El rearme militar se ha convertido en una prioridad ineludible para varios gobiernos socialdemócratas europeos, con Dinamarca marcando el camino. La primera ministra Mette Frederiksen ha instado a su gabinete de defensa con un claro «Compra, compra, compra», lo que ha llevado a un notable aumento en el gasto militar del país, que superará el 3% del PIB este año. Esta estrategia incluye, por primera vez en su historia, la compra de armamento de precisión de largo alcance, como drones y misiles, para establecer una disuasión efectiva ante la creciente amenaza rusa.
La decisión danesa de adquirir estos sistemas avanzados no solo busca proteger su territorio, sino también colaborar con los aliados de la OTAN. Se prevé la compra de ocho sistemas de defensa aérea SAMP/T, valorados en 7.770 millones de euros, lo que representa la transacción más grande de su historia militar. Este enfoque también refleja una tendencia en Noruega, donde las inversiones en defensa han aumentado considerablemente en respuesta a la inestabilidad generada por Rusia, especialmente en el Ártico.
Dinamarca, en un giro notable, ha elegido equipamiento en su mayoría europeo, incluida la defensa aérea francoitaliana, a pesar de estar al tanto de la eficacia probada de los sistemas estadounidenses. Esto llega en un momento en que la necesidad de aumentar la vigilancia en el Ártico se vuelve crítica, lo que ha llevado al país nórdico a invertir en aviones P-8 Poseidon para patrullas marítimas. A medida que la geopolítica europeas cambia, Dinamarca y Noruega buscan reforzar su seguridad y enviar un mensaje claro a sus aliados y adversarios.
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