El presidente Donald J. Trump ha tomado una medida significativa para abordar lo que considera una amenaza crítica a la seguridad nacional de los Estados Unidos, firmando una proclamación que impone un arancel del 25% sobre las importaciones de automóviles y ciertas piezas de automóviles. Esta acción se basa en el uso del artículo 232 de la Ley de Expansión del Comercio de 1962, que permite al presidente ajustar las importaciones que podrían perjudicar la seguridad nacional.
Desde la administración, se ha argumentado que el sector automotriz estadounidense es vital para la seguridad nacional, ya que la dependencia excesiva de importaciones pone en riesgo la base industrial y las cadenas de suministro del país. Los vehículos afectados por este arancel incluyen automóviles de pasajeros como sedanes, SUVs y ligeros, además de partes clave como motores, transmisiones y componentes eléctricos. Para los importadores bajo el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), se ofrecerá la oportunidad de certificar el contenido estadounidense de sus vehículos, lo que significa que el arancel solo se aplicará a los componentes que no cumplan con estos estándares.
Este movimiento se ha justificado en el contexto de las vulnerabilidades expuestas por la pandemia de COVID-19, que reveló fallas en las cadenas de suministro globales y un debilitamiento de la base industrial doméstica. Según funcionarios de la administración, los acuerdos comerciales previos y las negociaciones no han logrado mitigar adecuadamente las amenazas a la seguridad nacional que representan las importaciones de automóviles.
Trump, al implementar este arancel, busca proteger y revitalizar la industria automotriz estadounidense, la cual ha estado bajo presión de competidores extranjeros que, según se sostiene, han recibido subsidios injustos y han beneficiado de políticas industriales agresivas. Históricamente, la producción de automóviles en EE. UU. ha disminuido drásticamente; en 1985, las fábricas estadounidenses fabricaban 11 millones de automóviles, y esa cifra ha caído con el tiempo. En 2024, aproximadamente el 50% de los 16 millones de vehículos comprados por los estadounidenses eran importados, lo que plantea preocupaciones sobre la autosuficiencia en el sector.
Los defensores de los aranceles argumentan que han demostrado ser herramientas efectivas para mitigar amenazas a la seguridad nacional y alcanzar objetivos estratégicos. Investigaciones recientes han indicado que estas políticas no solo fortalecieron la economía estadounidense, sino que también llevaron a una reinducción de industrias clave como la manufacturera y la del acero. Además, un análisis del Consejo Atlántico sugiere que los aranceles podrían incentivar a los consumidores estadounidenses a comprar productos fabricados localmente.
La iniciativa de Trump se produce en un contexto en el que la industria automotriz, que emplea aproximadamente un millón de trabajadores en EE. UU., ha experimentado una disminución del empleo en la manufactura de partes automotrices, con una pérdida de 286,000 empleos desde el año 2000. La administración espera que estas nuevas medidas no solo protejan la industria, sino que también creen un entorno más favorable para la investigación y el desarrollo dentro del país, áreas en las que EE. UU. ha visto una disminución de su participación global.
En última instancia, la decisión de Trump de ajustar los aranceles refleja su enfoque más amplio hacia el comercio exterior y su determinación de mantener lo que considera criterios de seguridad nacional frente a las fluctuaciones del mercado global.
Fuente: WhiteHouse.gov