El anuncio de las maniobras militares conjuntas ruso-bielorrusas, conocidas como Zapad 2025, ha suscitado inquietud en Europa al evocar los temores que surgieron en 2021, cuando ejercicios similares precedieron a la invasión de Ucrania. Programados del 12 al 16 de septiembre en Bielorrusia, estos ejercicios no solo pondrán a prueba las capacidades militares, sino que también simularán escenarios que reflejan el potencial de una invasión a gran escala. Aunque algunos analistas aconsejan no sobredimensionar la amenaza, señalan que esta actividad es un claro indicio de la escalada del clima de seguridad en la región.
Las maniobras Zapad también son vistas como un teatro político, diseñado por los líderes de Rusia y Bielorrusia para influir en las conversaciones diplomáticas con Estados Unidos. Se trata de una «diplomacia de hierro» que busca reforzar la posición de Minsk en futuras negociaciones sobre la seguridad en Europa del Este. Mientras Lukashenko intenta presentarse como un intermediario, el verdadero objetivo es mejorar la imagen de Bielorrusia y aliviar las sanciones occidentales. Además, los ejercicios están programados para demostrar avances tecnológicos, especialmente en sistemas no tripulados, un área que ha cobrado relevancia en la guerra moderna.
La comunidad europea no puede permitirse ignorar las implicaciones de estos ejercicios, que van más allá de un simple adiestramiento militar. La creciente militarización de Bielorrusia y su papel en la configuración del nuevo orden de seguridad europeo exigen un monitoreo atento. Comprender las dinámicas entre Minsk y Moscú, y cómo integran sus esfuerzos militares con estrategias diplomáticas, será crucial para que Occidente formule respuestas que aborden efectivamente las intenciones de Putin y Lukashenko en la región.
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