En un gesto que profundiza la compleja trama de la guerra en Europa del Este, adolescentes ucranianos fueron recientemente capturados en vídeo cantando el himno de Rusia, vestidos con uniformes militares. El vídeo, grabado en marzo de 2025, muestra a estos jóvenes recibiendo diplomas tras completar una formación militar. Este evento se produce en un momento crítico, cuando Ucrania y Rusia se encuentran en las etapas iniciales de negociar un alto el fuego, bajo la mediación de Estados Unidos. Sin embargo, el hecho de que los protagonistas sean ucranianos y no rusos arroja luz sobre una estrategia más oscura de la guerra: la rusificación y militarización forzada de niños ucranianos.
Desde antes de la invasión a gran escala de Ucrania, Rusia ha presionado por la militarización de su sociedad. Esta agenda se ha extendido hasta incluir a niños ucranianos en territorios ocupados o desplazados a Rusia. Según las políticas de juventud rusas, que han visto un incremento exponencial en la financiación, se ha normalizado la inclusión de formación militar y paramilitar en el currículum escolar. Este enfoque se ha intensificado para los menores ucranianos, algunos de los cuales estudian en escuelas bajo ocupación rusa y son presentados como «los futuros defensores de la patria».
El impacto de estas prácticas es profundo y multifacético. Por un lado, se reporta que más de un millón de niños ucranianos están siendo educados bajo el currículum ruso en zonas ocupadas. Por otro lado, investigadores independientes y ONGs han documentado la deportación ilegal de más de 19,000 niños ucranianos a Rusia o Bielorrusia, con algunos siendo huérfanos sustraídos de sus padres. Esta rusificación apunta no solo a inculcar lealtad hacia Rusia, sino también a borrar cualquier sentido de identidad ucraniana, prohibiendo el idioma ucraniano en las escuelas y reescribiendo los libros de historia para glorificar a Rusia mientras demonizan a Ucrania.
Las condiciones mínimas presentadas por Kiev en las negociaciones con Estados Unidos subrayan la exigencia de un retorno seguro de estos niños a Ucrania. Sin embargo, la decisión de Estados Unidos de suspender la financiación de programas clave que ayudan a rastrear a niños ucranianos desplazados preocupa, ya que estos programas han sido fundamentales para documentar y, en algunos casos, revertir la rusificación y militarización que Rusia impone.
Estas acciones no solo representan una estrategia bélica sino que reflejan una guerra cultural y demográfica más amplia. La integración forzada de jóvenes ucranianos en las fuerzas armadas rusas y en la sociedad rusa apunta a una generación futura cuya identidad y lealtades podrían estar irrevocablemente alteradas, incluso si la guerra llegara a su fin. Con la documentación y denuncia de estos hechos por parte de la comunidad internacional, queda por ver cómo evolucionará esta dinámica en el contexto más amplio del conflicto entre Rusia y Ucrania.