El proyecto está coordinado por Mercedes Ávila de la Facultad de Educación de Cuenca dentro del convenio de aprendizaje-servicio entre la Consejería de Educación y la UCLM tiene como objetivo que ningún niño o niña se quede atrás.

El abandono escolar es un problema normalizado en la sociedad. Desde 2011, la tasa de abandono educativo temprano ha disminuido a casi la mitad. En 2021, este porcentaje cayó hasta el 13,3%, la tasa más baja de la historia. Y, aunque La Moncloa celebra estos datos, existen iniciativas que buscan acabar con este problema y dejar las tasas a cero. Su objetivo: no dejar a nadie atrás.

Una de las iniciativas que luchan contra el abandono escolar es el Proyecto Mentoría. Este proyecto se enmarca en un convenio de aprendizaje-servicio entre la Consejería de Educación y la UCLM. La coordinadora del mismo, Mercedes Ávila, cuenta que desde la Facultad de Educación ya llevaban colaborando con los colegios unos seis años en distintos proyectos de aprendizaje servicio. 

Ávila explica que optaron por las mentorías porque “podríamos ayudar a la atención a la diversidad del alumnado en los colegios. Además, observamos que las mentorías podían ser una buena práctica para nuestros alumnos universitarios. Porque de eso se trata el aprendizaje y servicio, de que los alumnos aprendan prestando un servicio a la comunidad en contextos reales de aprendizaje”.

Este es el primer curso en el que se desarrolla el Proyecto Mentoría, que anteriormente se llamaba ‘Te acompaño’. La iniciativa se lleva a cabo en seis colegios conquenses, cinco públicos y uno concertado. Los mentores son estudiantes de Magisterio de primer y segundo curso y, durante este primer año de proyecto, son treinta y seis voluntarios los que componen este Proyecto Mentoría. 

Uno de ellos es César Martínez, estudiante de 1º de Magisterio. Su mentoría comenzó en octubre y su caso ha sido bastante “caótico”. Aún así, César confirma que “aunque al principio hubo complicaciones, el niño está mejorando poco a poco, aprueba exámenes y se esfuerza en entender mis explicaciones. Antes esto era impensable”. Pero, además de las mejoras del mentorizado, el universitario también se siente agradecido de poder formar parte de esta iniciativa: “Este proyecto te proporciona una experiencia práctica. Es como un golpe de realidad desde el principio de la carrera”.

La mentoría tiene su origen en la antigüedad y la propia palabra tiene su origen en la Odisea de Homero. Aún así, este proyecto es diferente e innovador. Uno de los motivos, explicados por la coordinadora Ávila es la flexibilidad: “No tenemos un horario fijo. Es el mentor, junto al niño y a sus familias los que deciden cuándo y dónde llevar a cabo la mentoría. Esa atención personalizada es lo que hace tan potente a esta forma de trabajo”. 

Este proyecto no sería posible sin la colaboración de las profesionales que trabajan en los colegios. Hablamos de las trabajadoras sociales, las orientadoras y las tutoras de los menores mentorizados. En primer lugar, el proceso de selección de los mentorizados lo realizan los tutores, pero lo hacen mediante los criterios que marcan la trabajadora social y la orientadora.

Patricia Virtudes es orientadora en el CEIP San Fernando de Cuenca. Ella explica que “el programa buscaba trabajar desde un primer momento con los alumnos de quinto y sexto que están teniendo algún tipo de dificultad, no solamente para el aprendizaje, sino también para la integración en el aula, la socialización o problemas de autoestima”. 

El Proyecto Mentoría acompaña de forma individualizada a los mentorizados, no solo centrándose en lo académico, sino también en lo emocional. Charo Félix, trabajadora social en el CEIP Isaac Albéniz, CEIP Casablanca y CEIP La Paz, explica que “este proyecto es muy individualizado y se adapta muy bien a la diversidad que presentan tanto los niños como las familias”. 

Las labores de la trabajadora social y de la orientadora son complementarias y se realizan en equipo. Ambas figuras pueden actuar como enlace entre las familias y el colegio, pero la trabajadora social lo hace de forma especializada, centrándose especialmente en el ámbito familiar y las vulnerabilidades. Mientras que la orientadora presta especial atención al aprendizaje de los alumnos e identifica a esos niños que puedan tener algún obstáculo en su trayectoria académica.

Tanto la trabajadora social como la orientadora están a cargo de un número de mentores. Patricia dirige a nueve mentores y Charo a veintiuno. Ambas aplauden la entrega y la disponibilidad de los universitarios. Gracias a su acompañamiento, coinciden ambas, los niños muestran un gran cambio: “Nos cuentan los vínculos que tienen con su mentor. También notamos que ha mejorado el rendimiento de muchos de ellos y su organización”.

Alba Calleja, estudiante de 2º de Magisterio, se incorporó al Proyecto Mentoría hace un mes. Y, aunque lleva muy poco tiempo con el alumno, los cambios han sido inmediatos: “Al principio el mentorizado no quería estar en el programa. Pero al tercer día que nos reunimos, hubo un cambio radical en él. Me esperaba con los deberes hechos para poder hacer algo distinto. Tiene muchas ganas. Se ha centrado en mejorar sus notas, cosa que antes no hacía”.

Un cambio rápido y radical. Estos resultados positivos refuerzan la idea de que este proyecto realmente ayuda a los mentorizados. Uno de los motivos que da Mercedes Ávila sobre este éxito es la edad de los mentores. La coordinadora explica que, incluso antes de llevar a cabo el proyecto, “los estudiantes de Magisterio iban a conectar mejor con los niños que nosotros, los profesores. Esa frescura influye en los niños y en las relaciones que establecen. Éstas son mucho más fuertes”. Ávila concluye con la idea de que “la mentoría funciona mucho mejor con estudiantes, aunque sean universitarios, que con profesores”.

El proyecto es fácilmente replicable por su sencillez. Toda ciudad que disponga de una Facultad de Educación puede llevar a cabo este proyecto que está conquistando a muchos, incluido al Alto Comisionado contra la Pobreza infantil del Gobierno de España, quién quiere proponerlo como una buena práctica educativa. 

Dedicarse a la educación es vocacional. Este proyecto es una prueba de ello, así como los alumnos participan en él. Una de ellas es Beatriz Marín, quien, sin pensarlo mucho, levantó rápidamente la mano para presentarse voluntaria. Ella estudia el primer curso de Magisterio y también mentoriza a un niño desde septiembre. Conectó rápidamente con él porque enfocó la mentoría desde el plano más emocional. Beatriz dice que “nuestras relación va más allá de hacer deberes. También hacemos otro tipo de actividades que no tienen nada que ver con lo académico. Él odiaba ir al colegio, pero ahora le veo con más entusiasmo”.

La prueba piloto de este Proyecto Mentoría ha sido todo un éxito. Los colegios desean que el año que viene esta práctica pueda seguir realizando este trabajo con los alumnos de quinto y sexto. Y, si fuera posible, acompañar también a estos mismos en su cambio de primaria a secundaria. Charo Féliz y Patricia Virtudes también estarían encantadas de que el número de mentores fuese mayor.

Mercedes Ávila explica que ese es otro de sus objetivos, que “éste sea un proyecto con vocación a largo plazo. Lo difícil es crear un vínculo, pero eso ya se ha conseguido” explica la coordinadora. “Por eso ahora queremos que el mentor que ha acompañado al niño en quinto, y si quiere seguir participando en el proyecto, acompañe al mismo niño en sexto”. Además, para Ávila es fundamental facilitar esa transición de primaria a secundaria porque afirma “el fracaso escolar se evidencia en secundaria pero se fragua en primaria. Por eso creo que si actuamos en primaria podemos evitar mucho del fracaso escolar de secundaria”.

Además de alargar el tiempo de las mentorías, también les gustaría poder tener acceso al resto de colegios de la ciudad de Cuenca y a la provincia, extendiendo este servicio también a las zonas rurales. Mercedes Ávila, explica que “ahora mismo las distancias y los desplazamientos nos suponen un problema. Necesitamos más recursos”. El apoyo de las instituciones a este tipo de proyectos son vitales para su puesta en marcha. Y, en este caso, para que lleguen hasta otros colegios, como son los rurales, donde esta iniciativa también mejoraría la vida educativa de niños y familias.

Publicación de El Tomanotas. Texto: Elena Satué/José An. Montero. Fotos: Álvaro Muñoz.

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