¿Prohibir o gestionar con responsabilidad? El debate sobre el acceso de los menores a las redes sociales se intensifica

Tras la decisión de Australia de prohibir YouTube a adolescentes y el nuevo programa de protección infantil de Meta, crece la presión global por repensar el vínculo entre infancia y plataformas digitales.

En pleno 2025, el debate sobre el uso de las redes sociales por parte de menores de edad ha alcanzado un punto crítico. Lo que antes era considerado un mero espacio de ocio digital, se ha transformado en un entorno con profundas implicaciones para la salud mental, la privacidad y el desarrollo social de niños y adolescentes. La reciente decisión del gobierno de Australia de prohibir el acceso a YouTube a menores de 16 años y las nuevas medidas de protección presentadas por Meta para Instagram han reabierto una cuestión clave: ¿debemos prohibir el uso de redes sociales a los menores o es posible gestionarlo de forma realmente responsable?

Australia marca el camino más restrictivo: YouTube, fuera del alcance de los adolescentes

El gobierno australiano ha dado un paso contundente en su cruzada por proteger la salud mental de los menores: a partir de diciembre de 2025, YouTube se sumará a la lista de redes sociales vetadas para adolescentes, junto a TikTok, Instagram, Facebook y Snapchat. Esta decisión pone fin a la excepción que hasta ahora permitía a los jóvenes australianos acceder a la plataforma de vídeos de Google.

La medida se sustenta en una encuesta nacional que reveló que el 37 % de los menores identificaban contenido nocivo en YouTube, el porcentaje más alto entre todas las redes analizadas. Para el primer ministro Anthony Albanese, se trata de “la mejor decisión posible para proteger a nuestros hijos”, en un contexto donde tres de cada cuatro adolescentes de entre 13 y 15 años utilizaban la plataforma habitualmente.

Australia se convierte así en el país con las políticas más restrictivas en cuanto a acceso juvenil a redes sociales. Si bien la prohibición no impide que los menores puedan ver contenidos bajo supervisión de adultos, sí limita su interacción directa con estas plataformas, cortando de raíz muchas de las dinámicas tóxicas asociadas al uso intensivo y sin control.

Meta apuesta por una gestión responsable: más seguridad en Instagram

Mientras tanto, otras grandes tecnológicas como Meta han optado por reforzar la gestión responsable del uso de redes por parte de menores, sin llegar a plantear su prohibición. La compañía de Mark Zuckerberg anunció recientemente una batería de medidas para reforzar la seguridad infantil en Instagram, especialmente dirigida a cuentas de adolescentes y a perfiles gestionados por adultos que muestran contenido de menores.

Entre las nuevas funciones destacan los avisos de seguridad en los mensajes directos (DMs), el bloqueo y reporte combinado de usuarios sospechosos, advertencias sobre interlocutores ubicados en otros países (para prevenir casos de sextorsión), y un sistema de protección contra contenido con desnudos no deseado, activado por defecto en cuentas juveniles.

Los datos del mes de junio respaldan la utilidad de estas medidas: más de 1 millón de cuentas fueron bloqueadas por adolescentes tras recibir advertencias de seguridad, y otro millón fue reportado. Además, el 99 % de los usuarios mantuvo activada la función de protección ante desnudos, reduciendo significativamente la exposición a imágenes inapropiadas.

Meta también anunció que extenderá algunas de estas protecciones a cuentas manejadas por adultos pero que representan a menores —como perfiles de influencers infantiles—, impidiendo que adultos sospechosos puedan encontrarlos fácilmente o dejar comentarios ofensivos.

¿Prohibición o pedagogía digital?

La dicotomía entre prohibir o gestionar está lejos de ser un debate cerrado. Por un lado, la prohibición puede ofrecer una solución inmediata y contundente, especialmente en contextos donde los padres, escuelas y gobiernos no disponen de herramientas efectivas para educar en un uso seguro y saludable. Por otro lado, cerrar el acceso no garantiza que los menores no encontrarán formas de evadir las restricciones ni soluciona la raíz del problema: la falta de alfabetización digital y emocional.

Expertos en educación y salud mental advierten del riesgo de adoptar soluciones exclusivamente restrictivas. “Prohibir sin educar puede alimentar la curiosidad sin herramientas para gestionar lo que se encuentra”, señalan desde organizaciones como Common Sense Media, que promueve un enfoque más equilibrado, basado en el acompañamiento adulto, la autorregulación y la transparencia de las plataformas.

Además, se plantea un reto técnico y ético: ¿cómo distinguir eficazmente a los usuarios menores de edad en un entorno donde es fácil falsear la edad en el registro? ¿Qué papel deben jugar las plataformas tecnológicas en la verificación y protección efectiva de los menores?

Hacia una tercera vía: un ecosistema digital adaptado a la infancia

Tanto la vía australiana como el modelo de Meta evidencian que el problema no tiene una única solución. Quizás la clave esté en construir una tercera vía que combine regulación pública, tecnología responsable y educación digital.

Eso implica no solo establecer restricciones de edad, sino también crear versiones adaptadas de redes sociales con entornos más seguros, algoritmos menos agresivos, y herramientas de control parental realmente eficaces. También requiere fomentar la implicación activa de padres, docentes y legisladores, y la responsabilidad de las tecnológicas a la hora de diseñar productos que no exploten la atención de los más jóvenes.

En definitiva, el acceso de los menores a redes sociales no puede tratarse como un problema aislado, sino como una cuestión de diseño social, ético y tecnológico. Y aunque prohibir puede ser tentador ante la magnitud de los riesgos, solo una gestión realmente responsable —basada en evidencia, pedagogía y compromiso— podrá garantizar que niños y adolescentes se desarrollen sanamente en un mundo cada vez más digital.

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