En un giro que destaca las profundas tensiones éticas y legales que rodean la eutanasia, un reciente reporte ha arrojado luz sobre el dramático escenario que enfrentan aquellos que buscan la muerte asistida en los Países Bajos. En 2022, un tercio de las personas que solicitaron la eutanasia fallecieron antes de recibir respuesta sobre su petición, revelando un sistema abrumado y posiblemente insuficiente para atender las demandas de quienes buscan terminar con su sufrimiento de manera digna.
Esta revelación llega en un momento especialmente crítico, ya que los Países Bajos, pioneros en la legalización de la eutanasia desde 2002 para casos de sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora, incluidos los sufrimientos mentales, consideran ahora extender esta ley para incluir a niños menores de 12 años con enfermedades terminales.
Un caso que ha capturado la atención y generado debate en toda Europa es el de Zoraya ter Beek, una mujer holandesa de 29 años que, tras tres años en lista de espera, finalmente ha recibido la aprobación para proceder con la eutanasia. Ter Beek, quien ha luchado contra la depresión crónica, la ansiedad, el trauma y un trastorno de personalidad no especificado, además de ser recientemente diagnosticada con autismo, ha optado por la muerte asistida después de encontrar insuficiente alivio a su dolor a través de tratamientos convencionales, incluyendo más de 30 sesiones de terapia electroconvulsiva.
Los detalles del proceso que ha seguido Ter Beek resaltan la rigurosidad y las complejas consideraciones éticas implicadas en la eutanasia en los Países Bajos. La larga espera y los extensivos requerimientos para considerar a un paciente elegible para la eutanasia reflejan la precaución con que se aborda la muerte asistida, especialmente en casos de sufrimiento mental. Ter Beek ha expresado nunca haber dudado de su decisión, a pesar de reconocer el dolor que causa a su pareja, familia y amigos.
La historia de Ter Beek, que culminará con la intervención de un equipo médico en su hogar para administrarle un procedimiento que le permitirá «quedarse dormida» permanentemente, en presencia de su pareja, arroja luz sobre la realidad compleja y a menudo dolorosa que rodea la eutanasia. Mientras los Países Bajos avanzan hacia una posible expansión de esta ley, el debate en Europa y en todo el mundo seguramente se intensificará, obligando a la sociedad a confrontar preguntas profundas sobre la autonomía, el sufrimiento y la moralidad de elegir la propia muerte.
