El Valencia CF ha reactivado la venta de las parcelas del viejo Mestalla, fijando un precio de 150 millones de euros y confiando la operación a la consultora internacional CBRE

El Valencia CF ha marcado un nuevo rumbo al fijar en 150 millones de euros el precio de las parcelas donde se levanta el antiguo Mestalla. Esta cifra no es solo un indicador económico, sino el esfuerzo del club por transformar un lugar de memoria en una oportunidad financiera para un futuro posiblemente incierto. Es una situación paradógica, donde un estadio que fue símbolo de identidad y resistencia ahora se presenta en el mercado como un activo inmobiliario, en el que se juega un partido diferente, alejado de goles y cánticos, pero con cifras que intentan desbloquear un proyecto anclado desde hace más de una década.

Bajo la dirección de Peter Lim y con la gestión de la consultora CBRE, la venta parece un paso lógico, aunque en el fondo se asoma la contradicción del fútbol contemporáneo: lo que fue un templo del deporte se ha convertido casi en una zona de desarrollo. La Avenida de Aragón se convirtió en un tablero de ajedrez financiero, donde los míticos recuerdos se enfrentan a la dura realidad de la economía. Sin embargo, el clima urbanístico de València comienza a mostrar signos de mejora, lo que ofrece un atisbo de esperanza para los aficionados, que han aprendido a observar el solar como una herida que no termina de sanar.

Los fantasmas del pasado

La historia de la venta de Mestalla ha estado marcada por intentos fallidos y promesas incumplidas. Desde la crisis inmobiliaria de 2008, que arrasó cualquier iniciativa, hasta los laberintos legales de la ATE, el terreno –que podría valer una fortuna– ha permanecido atado a la parálisis. Sin embargo, ahora, los informes de tasación indican que el mercado se muestra más receptivo, señalando que el precio establecido tiene fundamento. Aun así, persiste la pregunta: ¿será este el momento adecuado para confiar en que el balón no se vuelva a estrellar contra el poste?

El club no solo busca un comprador dispuesto a pagar; también exige que el nuevo propietario asuma la demolición del estadio, un proceso que se estima en más de 10 millones de euros. Derribar Mestalla implica más que una simple tarea de construcción, es despojar a la ciudad de un símbolo que ha sido parte de su historia. Pero para el Valencia, esta venta es crucial, ya que podría liberar recursos y reactivar proyectos olvidados. Para la ciudad, representa la posibilidad de transformar un lugar icónico en un futuro viable. Así, mientras más se aleja Mestalla en el tiempo, más se aprecia como un recuerdo valioso y un negocio por desarrollar, dejando en el aire el destino final, que dependerá del apetito de los inversores.

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