Participar en las Elecciones: Un Acto de Aceptación del Orden Establecido

En Irán, la situación política y social continúa presentando desafíos importantes y transformaciones profundas, especialmente en el contexto de derechos y libertades individuales, con un enfoque significativo en los derechos de las mujeres. La reciente segunda vuelta de las elecciones presidenciales, propiciada por el fallecimiento del presidente Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero, ha destacado no solo la fractura existente entre el electorado iraní y los líderes políticos actuales sino también un creciente descontento hacia el enraizado sistema teocrático.

La participación electoral ha sido históricamente baja, con solo 34,42 millones de ciudadanos asistiendo a las urnas, lo que representa el 49,8% de la población elegible. Esta abstención masiva se interpreta como una señal de protesta silenciosa y un desencanto con el sistema gobernante, que sigue imponiendo una agenda conservadora y restringiendo las libertades básicas en nombre de la religión. El nuevo presidente electo, Masud Pezeshkian, a pesar de la reforma que sugiere su perfil, ha obtenido un 53,6% de los votos frente a Said Jalili, un candidato con clara vinculación con el Líder Supremo, Ali Jamenei. A pesar de las promesas de cambio, muchos iraníes siguen percibiendo estas elecciones como una simple rotación de figuras dentro de un mismo sistema opresivo.

El velo islámico, o hiyab, continúa siendo un punto focal de la lucha por los derechos de las mujeres en Irán. Requerido por ley desde que las niñas alcanzan los nueve años, el hiyab simboliza para muchas el control invasivo del Estado sobre las mujeres, no solo en términos de indumentaria sino también en la autonomía corporal y la libertad de expresión. La ley «Apoyo a la cultura de la castidad y el velo», aprobada tras las protestas desencadenadas por el asesinato de la joven de origen kurdo Mahsa Amini a manos de la policía de la moral, ha intensificado las repercusiones para aquellas que desafían el mandato del velo. Esta situación ha condicionado severamente la participación electoral entre las mujeres, muchas de las cuales han elegido abstenerse de votar como acto de resistencia contra un sistema que sienten que las desvaloriza y oprime.

En Teherán y otras ciudades, sin embargo, las mujeres continúan liderando el cambio, desafiando las normas establecidas y enfrentándose a las consecuencias. Desde el asesinato de Amini, el movimiento de protesta «Vida, Mujer, Libertad» ha cobrado impulso, con mujeres (y hombres en solidaridad) de todas las edades cuestionando abiertamente las políticas de género del Estado y buscando reformas significativas. Este activismo demuestra un valiente desafío a un régimen que utiliza el velo como una herramienta de control social y político, una lucha que va más allá de la prenda misma para tocar las bases mismas de la libertad personal y los derechos humanos en Irán.

Mientras la policía y las denominadas «guardianas del hiyab» incrementan la vigilancia y las sanciones contra las mujeres que desobedecen las normas del velo, la resistencia popular muestra una determinación creciente. Las manifestaciones y los actos de desobediencia civil revelan una sociedad profundamente dividida sobre el futuro de la República Islámica y los derechos y libertades fundamentales de sus ciudadanos. Con el régimen luchando por mantener su hegemonía ante un creciente clamor por la libertad y la igualdad, el hiyab permanece en el centro de una batalla tanto simbólica como literal, enfrentando el poder dominante del régimen con el poder indomable del espíritu humano.

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