El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha destacado la importancia de las comunidades autónomas en España como un baluarte frente a tendencias independentistas, sosteniendo que, de no haberse establecido este modelo de gestión territorial, habría un mayor impulso hacia el independentismo. En un encuentro informativo en Sevilla, organizado por la Fundación Cajasol y en el que participó también Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León, García-Page afirmó que el independentismo «lleva muy mal la igualdad» y lo consideró el «principal problema» para alcanzar un equilibrio, describiéndolo como «egoísmo puro y duro».
El presidente resaltó que aquellos que abogan por movimientos independentistas manifiestan su deseo de tener «más que los demás». En su intervención, sugirió que la reforma del sistema autonómico debería ser detallada y específica. A su juicio, el modelo de autonomías ha sido un «éxito sin discusión» desde su establecimiento con la Constitución de 1978, y aunque se podrían llevar a cabo «cosas distintas» a futuro, no se puede negar el éxito de este régimen constitucional.
García-Page consideró que las autonomías representan un «éxito doble», y tras años de descentralización, propuso una nueva «armonización fiscal», sugiriendo que las comunidades autónomas podrían coordinarse mejor entre sí en lugar de depender del Estado. Recordó que España solía padecer de un fuerte centralismo, y la Constitución de 1978 implementó «dos cosas extraordinarias»: el establecimiento de un Estado federal de facto y la consolidación de una monarquía con características republicanas.
El presidente autonómico subrayó que «el 90% de las cosas que preocupan a la gente en su vida cotidiana» son gestionadas por las autonomías, y que esta descentralización del poder ha contribuido a «consolidar la democracia». En este sentido, propuso que el futuro del sistema autonómico no debería centrarse en más descentralización, sino en «armonizar» las gestiones entre las distintas comunidades.
Para finalizar, García-Page enfatizó la necesidad de gobernar en España «con las normas de la M-30» pero siempre prestando atención a las cuestiones que surgen fuera de la capital.