En las últimas décadas, la fascinación por los crímenes reales ha encontrado en la pantalla su más fértil terreno de cultivo, convirtiéndose en un género de consumo masivo tanto en televisión como en plataformas digitales. Durante los años 90, en España, este interés por los casos de desapariciones y crímenes encontró en el programa «Quién sabe dónde» y su carismático conductor, Paco Lobatón, un símbolo de esperanza y visibilidad para las familias afectadas, logrando cifras de audiencia colosales y marcando un hito en la programación televisiva de la época.
El espacio, que fue emitido por Televisión Española de 1992 a 1998, se convirtió en un referente del género true crime en España, al dar voz a los familiares de las víctimas y buscar colaboración ciudadana para resolver casos. Sin embargo, no faltaron episodios polémicos, como la cobertura del caso de las niñas de Alcàsser, que aún hoy Paco Lobatón recuerda con cierta autocrítica, lamentando haber permitido la emisión de ciertos contenidos que, en su opinión, hoy no serían aceptables.
El fenómeno true crime ha evolucionado con el advenimiento de las redes sociales y las nuevas plataformas digitales, exacerbando en ocasiones el morbo y la espectacularización de los crímenes. Lobatón se muestra especialmente crítico con la forma en la que algunos medios abordan estos sucesos hoy en día, poniendo el foco en la ganancia y la audiencia por encima del respeto a las víctimas y sus familias. Casos como el de Diana Quer y el pequeño Gabriel Cruz son ejemplos de esta tendencia hacia una cobertura mediática que, según Lobatón, sobrepasa los límites éticos, transformando la tragedia en un espectáculo.
Este cambio en la narrativa y enfoque de los crímenes reales refleja no solo una transformación en el periodismo de sucesos sino también una evolución en el apetito del público, que, atraído por las historias de misterio y horror, alimenta una industria hoy inundada de documentales, series y podcasts dedicados al true crime. Sin embargo, la pregunta sobre los límites éticos de esta representación permanece vigente, recordándonos la importancia de la responsabilidad mediática y del respeto a la memoria de las víctimas y el dolor de sus familiares.