En un revés extraordinario para la industria radiofónica y televisiva, Pablo Motos ha sabido imprimir su marca en el corazón de la audiencia española, superando expectativas y records establecidos por figuras legendarias como José María García, Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo. El desempeño excepcional de Gomaespuma en M80, logrando un 70% de la audiencia total de la cadena, marcó un antes y un después en el consumo de contenido radiofónico. Sin embargo, el verdadero giro llegó con la arriesgada apuesta por Pablo Motos tras su salida, quien no solo logró sostener el legado, sino también elevarlo a cotas inimaginables, alcanzando el millón de oyentes con su programa «No somos nadie».
Este éxito no fue un hecho aislado, sino el preludio de lo que estaba por venir. Motos brilló con luz propia al transitar de la radio a la televisión, consolidándose como una figura de referencia con “El Hormiguero”, programa estandarte de Cuatro y más adelante de Antena 3, logrando liderar la audiencia durante diez años consecutivos. A lo largo de este tiempo, la figura de Motos y su programa han evolucionado, pasando de ser un espacio de entretenimiento «blanco» a incorporar segmentos que han generado polémica, como la inclusión de tertulias políticas, que le han valido críticas por posicionarse, según algunas voces, en un espectro ideológico determinado.
Paralelamente, su relación con el grupo Prisa, clave en sus inicios, reflejó tanto altos como momentos de tensión, evidenciando la complejidad de moverse en el estrecho filo que separa el éxito mediático del escrutinio público y la controversia. La salida de Motos de Prisa y la posterior absorción de Cuatro por Mediaset no mermaron su impulso, convirtiéndose en un titán de la industria con el poder de negociación para definir los términos de su participación en Atresmedia, donde continúa al frente de «El Hormiguero».
Este recorrido de Motos, desde sus humildes comienzos hasta convertirse en uno de los comunicadores más influyentes de España, destaca no solo por sus logros personales, sino también por su capacidad para adaptarse y reinventarse frente a las cambiantes dinámicas del entretenimiento. La controversia en torno a su figura y programa, lejos de apaciguar su relevancia, subraya la centralidad de Motos en el debate cultural y político actual, fungiendo como un termómetro de la polarización social y mediática.