El retorno de Maica Benedicto al mundo exterior tras su paso por «Gran Hermano» ha estado lejos de ser pacífico. La exconcursante utilizó su primera interacción post-encierro con sus compañeros para lanzar dardos contundentes hacia Óscar, quién fuera uno de sus más cercanos confidentes durante las etapas iniciales del concurso. Sus comentarios, cargados de resentimiento, delinean un quiebre completo en lo que alguna vez pareció una sólida amistad dentro de la casa.
Desde el estudio y frente a las cámaras, Benedicto no se anduvo con rodeos al dirigirse a Óscar: “He escuchado que quieres que volvamos a ser amigos. Ni ahí dentro ni cuando salgas. Ya que eres un ‘veleta’, quiero que te vayas volando o navegando, como tú quieras. ¡Chao!”, palabras que no solo traslucen su desprecio sino que también hacen eco del amargo sabor de una relación deteriorada y las complicaciones inherentes a la convivencia bajo el ojo público del reality.
Óscar, por su parte, parece haber anticipado el rechazo, aunque no dejó de mostrar su asombro, especialmente por el tono utilizado por Maica. “Aprende a perder con más elegancia”, replicó, antes de compartir su decepción con el resto de los concursantes. Según expresó más adelante, aunque inicialmente la consideró un «producto de marketing estupendo», ahora se siente profundamente desilusionado, sugiriendo que Maica pudo haber sido influenciada negativamente por otras participantes.
La convulsión causada por estas interacciones no se limitó al ámbito personal de Óscar y Maica, sino que resonó entre otros finalistas y generó un debate acerca de la autenticidad y la dinámica de relaciones en el encierro televisivo. A pesar de los intentos de Maica por continuar su crítica hacia Óscar, incluso mencionando su deseo previo de reconectar fuera de la casa, la tensión y el desencanto predominaron, dejando en evidencia las fisuras que el juego puede generar en vínculos que, al menos en apariencia, eran firmes.
Este episodio arroja luz sobre la complejidad del comportamiento humano cuando es sometido a la constante vigilancia y presión de un reality show, donde las alianzas pueden ser tan volátiles como la popularidad ante la audiencia. Mientras Maica y Óscar continúan procesando su experiencia «post-Gran Hermano» y sus caminos divergen irrevocablemente, el público es testigo una vez más de que, en el juego de la convivencia televisada, las fronteras entre lo personal y lo performativo son difusas y a menudo inestables.