Operativo Subterráneo: 2.000 policías y el FBI asedian búnker para capturar a líder sectario

Hace casi 40 años, Apollo Quiboloy creyó escuchar la voz de Dios durante un evento del pastor estadounidense Billy Graham en Corea del Sur. Ese momento le impulsó a autoproclamarse «el Hijo designado de Dios» y a establecer en Filipinas el Reino de Jesucristo (KOJC), una congregación evangélica con presunta membresía global de siete millones de seguidores. Vestido habitualmente en traje blanco satinado, la figura de Quiboloy ha experimentado un giro drástico al ser visto recientemente esposado, portando una camisa de detenido de color naranja, gafas de sol, una gorra de Nike y mascarilla, tras ser arrestado por cargos de tráfico sexual de menores en Filipinas.

La detención del líder religioso se produce tras una extensa búsqueda que implicó a más de 2.000 policías, y concluyó en un complejo de más de 30 hectáreas perteneciente a KOJC. Durante el operativo, sus seguidores más leales se enfrentaron a la policía, defendiendo a su líder de lo que consideran acusaciones infundadas. Los enfrentamientos resultaron en más de 100 heridos entre los fieles y 60 policías, así como una persona fallecida por problemas cardíacos.

Quiboloy fue hallado en un búnker subterráneo dentro del complejo, conocido como la «Nueva Jerusalén», tras ser detectado por tecnología de imágenes térmicas y sonidos de latidos cardíacos subterráneos. Tras un ultimátum de 24 horas por parte de las autoridades, se entregó voluntariamente junto a cuatro miembros de su organización.

La controversia rodea a Quiboloy desde que en 2021 fuera acusado por el Departamento de Justicia de los EE. UU. de tráfico sexual de menores, fraude, coerción y contrabando de dinero. A pesar de la gravedad de las acusaciones, su influencia política en Filipinas, particularmente como asesor espiritual del controversial expresidente Rodrigo Duterte, ha sido notable, protegiéndolo hasta hace poco de procesos judiciales. No obstante, su reciente arresto demuestra un cambio significativo en la postura de las autoridades filipinas.

A pesar de los escándalos, el KOJC y Quiboloy mantienen un fuerte seguidorismo en Filipinas y a nivel internacional, poniendo en evidencia el peculiar entramado de fe, poder y política en el país. Las acusaciones contra Quiboloy han desencadenado un nuevo conflicto político, con figuras como Sara Duterte, vicepresidenta del país e hija del expresidente, defendiendo a la iglesia durante la redada policial.

Quiboloy ha proclamado ser víctima de un complot por «fuerzas malignas» en Estados Unidos, un discurso que parece encontrar eco entre sus seguidores. Aunque el Gobierno de Ferdinand Marcos no considera prioritaria una extradición, la situación de Quiboloy sigue siendo incierta, reflejando su compleja red de influencias y el desafío de enfrentar a figuras religiosas poderosas en el escenario internacional.

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