Omán se reinventa: del ‘oro negro’ a un paraíso turístico como plan B

En un mundo donde la crisis climática y el agotamiento de los recursos naturales se han convertido en preocupaciones globales dominantes, los países del Golfo Pérsico están redefiniendo su ruta hacia la sostenibilidad económica. Tradicionalmente dependientes del petróleo como fuente primordial de ingresos, estos Estados enfrentan ahora la imperativa necesidad de diversificar sus economías ante la progresiva expansión de las energías renovables y el pronóstico de agotamiento de los hidrocarburos en las próximas décadas.

El turismo emerge así como un campo estratégico, presentándose no solo como alternativa económica, sino también como el nuevo oro negro del siglo XXI. En este contexto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han logrado superar con creces las expectativas turísticas proyectadas para 2030. Los impresionantes números —27 millones de visitantes en Arabia Saudí y cerca de 17 millones en Emiratos— reflejan el éxito de sus respectivas campañas de atracción turística, incluso en un panorama global aún recuperándose de las secuelas de la pandemia.

Paralelamente, el Sultanato de Omán se posiciona en el tablero regional no solo por su política de reducción voluntaria de la producción petrolera, en sintonía con los objetivos de la OPEP+, sino también por su audaz apuesta al turismo como pilar de su desarrollo futuro. La visión de Omán para 2040, respaldada por una inversión de casi 40.000 millones de euros, pretende consagrar al país como un referente turístico, con un enfoque particular en el turismo cultural y sostenible. La riqueza histórica y la identidad árabe de Omán se erigen como los ejes centrales de esta estrategia, diferenciándose de la apuesta por el lujo y la modernidad de sus vecinos.

El liderazgo y la diplomacia también juegan un papel crucial en este esfuerzo de diversificación. La neutralidad omaní, ejemplificada por su mediación en conflictos regionales y su papel como facilitador en diálogos de paz, fortalece su imagen como destino turístico seguro y estable. La apertura de oficinas de turismo en mercados clave como España subraya esta dirección, buscando captar un mayor número de visitantes internacionales.

A pesar de las prometedoras perspectivas de crecimiento turístico, Omán y sus vecinos no pierden de vista el potencial impacto negativo de esta industria en sus paisajes y patrimonio natural. La preocupación por el consumo de recursos y la gestión de residuos impulsa una reflexión sobre cómo equilibrar el beneficio económico con la protección ambiental y cultural. En este sentido, se prioriza la atracción de turistas con mayor poder adquisitivo y sensibilidad hacia la sostenibilidad, enfocándose en nichos como el turismo de aventura, cultural y de lujo.

Este viraje estratégico en el Golfo Pérsico, de una economía impulsada por el petróleo a una más diversificada y sostenible, refleja un profundo reconocimiento de los retos y oportunidades del siglo XXI. Con el turismo en su núcleo, estos países no solo buscan asegurar su prosperidad a largo plazo, sino también redefinir sus identidades en un mundo en constante cambio.

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