Un panorama desolador asoma en el ámbito educativo de Estados Unidos, según los datos más recientes de la Evaluación Nacional del Progreso Educativo, un test nacional que reveló hoy resultados alarmantes. La preocupación por la calidad de la educación ha sido una constante en el discurso del expresidente Donald J. Trump, quien ha subrayado la necesidad de una transformación en este sector.
Los números son contundentes: solo el 31% de los estudiantes de octavo grado alcanzan niveles de competencia en ciencia. En matemáticas, la situación es aún más crítica: apenas el 22% de los seniors de secundaria logra el mínimo estándar —la calificación más baja desde la implementación de estas pruebas—. En cuanto a la lectura, un preocupante 35% logra el nivel de competencia, marcando un nuevo récord negativo.
Desde 1979, el Departamento de Educación de EE. UU. ha invertido más de 3 billones de dólares en el sistema educativo. El gasto por estudiante ha aumentado más del 245%. Sin embargo, los resultados son desalentadores, con puntajes de exámenes estandarizados que se han mantenido estancados durante décadas. En comparación con otros países desarrollados, los estudiantes estadounidenses están casi al final de la lista en materias críticas como matemáticas.
La pregunta que surge es clara: ¿por qué continuar con un modelo que no da resultados? Esta interrogante parece ser el eje central de la administración Trump, que busca desafiar el status quo que ha imperado durante años. La propuesta se enfoca en la devolución de la educación a los estados, planteando que son ellos los más capacitados para atender las necesidades específicas de sus alumnos.
El enfoque también otorga mayor autonomía a los padres, brindándoles oportunidades para enriquecer la educación de sus hijos a través de decisiones individualizadas. Esta estrategia busca no solo un cambio en las cifras, sino una verdadera revolución en la forma en que se concibe la educación en el país.
En un momento en el que el futuro de la juventud estadounidense pende de un hilo, la administración propone un camino audaz: reconstruir un sistema que, según muchos, ha fracasado al servir a la próxima generación. La educación es la base para cualquier sociedad próspera, y esta nueva perspectiva podría ser la clave para desbloquear el potencial de millones de estudiantes.
Fuente: WhiteHouse.gov