En un giro político que ha sorprendido al país y al mundo, Daniel Noboa, el presidente de Ecuador, ha logrado una contundente reelección, superando ampliamente a su contrincante, Luisa González, afiliada política de Rafael Correa, el expresidente ecuatoriano. Con un margen de victoria de más de 13 puntos porcentuales, Noboa ha impuesto una marcada derrota al correísmo, movimiento que dominó la escena política ecuatoriana por casi dos décadas.
En la jornada electoral, con el 88% de las actas escrutadas, Noboa obtenía el 56% de los votos, mientras que González alcanzaba el 44%, estableciendo una diferencia de más de 1,2 millones de votos entre ambos candidatos. Este resultado fue recibido con incredulidad por parte de la candidatura correísta, que denunció un presunto fraude electoral y rechazó los resultados ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
El escenario electoral estaba definido por una profunda polarización y un aumento significativo de la violencia en el país, un reto que Noboa enfrentó declarando el Estado de Excepción en 2024 y desplegando a los militares para combatir a bandas de narcotraficantes, lo que trajo como resultado una reducción del 15% en los homicidios.
La victoria de Noboa no se limita solo al escenario político, sino que también refleja una serie de desaciertos y desafíos internos dentro del correísmo y sus aliados. La alianza de González con el movimiento indígena Pachakutik fue criticada y no logró captar el apoyo esperado, reflejando las tensiones históricas entre Correa y algunos sectores indígenas.
Uno de los grandes retos para Noboa será generar consensos en la Asamblea Nacional, donde carece de mayoría. Además, enfrentará el desafío de mantener la seguridad en un contexto de incremento en la violencia y de consolidar la relación de Ecuador con Estados Unidos, un vínculo que ha sido fortalecido mediante su alianza con el presidente Donald Trump.
La reelección de Noboa es vista como una oportunidad para impulsar cambios significativos en el país, incluyendo la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente para reemplazar la Constitución de 2008. Esto posiciona a Ecuador en un momento crítico, en el cual el anticorreísmo parece cobrar fuerza y la nación busca nuevos rumbos para enfrentar sus complejos desafíos socio-políticos y económicos.