Israel emerge como un actor decisivo en una de las etapas más turbulentas de Oriente Próximo, apostando fuerte en su estrategia militar y geopolítica. Tras declarar virtualmente derrotado a Hamás en Gaza, el gobierno de Benjamín Netanyahu mira ahora hacia sus otros adversarios, Hezbolá y la República Islámica de Irán, con la intención de rediseñar una región libre de sus rivales más intransigentes. En este complejo tablero, la cuestión palestina regresa con fuerza al centro del debate político y internacional.
El brutal ataque lanzado por Hamás el 7 de octubre de 2023 contra Israel tuvo como uno de sus objetivos reafirmar la causa palestina en la conciencia árabe y mundial. A pesar de los esfuerzos bélicos de Israel por erradicar la presencia de Hamás de Gaza, el grupo ha mantenido su capacidad de resistencia, evidenciando el desafío que supone para Israel asegurar una victoria definitiva en un territorio tan densamente poblado y complicado.
Benjamín Netanyahu enfrenta presiones internas y externas en su manejo de la situación. Los fracasos iniciales en seguridad y la inteligencia que no predijo el ataque de Hamás han servido como catalizador para replantear la estrategia de Israel en la región. La ambición es clara: acabar con la influencia de Hezbolá en Líbano y disminuir significativamente la capacidad de Irán para amenazar a Israel, no solo buscando limitar su programa nuclear, sino también fomentando cambios internos en el país.
La ofensiva en Líbano anunciada por Israel apunta a una operación de mayor envergadura que sus predecesoras, con la esperanza de reestructurar el equilibrio de poder y eliminar la amenaza que representa Hezbolá. La experiencia militar adquirida por Hezbolá, sumada al recuerdo de conflictos anteriores, plantea interrogantes sobre el posible desenlace de este enfrentamiento y las consecuencias para la estabilidad regional.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa dividida y en gran medida paralizada. Las reacciones árabes, aunque presentes, no han sido unificadas, y la respuesta de potencias globales como Estados Unidos parece estar limitada por consideraciones políticas internas. La posición de Joe Biden, aunque explícitamente de apoyo a Israel, se ve contrapuesta por el deseo de Netanyahu de tener a Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, anticipando un mayor respaldo a sus acciones.
La respuesta de Irán a este escenario ha sido más débil de lo esperado, revelando limitaciones en su influencia y capacidad de disuasión. Israel, fortalecido por sus avanzadas capacidades militares, desafía abiertamente a Irán, arriesgándose a intensificar el conflicto en busca de un cambio de régimen.
La brutalidad del conflicto y el alto costo humano en Gaza han generado críticas internacionales y debates sobre la legalidad de las acciones de Israel bajo el derecho internacional. La cifra de víctimas, predominantemente civiles, y el cierre de Gaza a la prensa internacional, han capturado la atención mundial.
En esta compleja coyuntura, Israel parece consolidar su posición, aunque el futuro de la región sigue siendo incierto. La reanudación de un proceso de paz basado en la creación de dos Estados, Israel y Palestina, se vislumbra como el único camino sostenible hacia una solución duradera. Sin embargo, la escalada en el conflicto y las aspiraciones geopolíticas de Israel y sus adversarios siguen alejando la posibilidad de una paz negociada. En este contexto, la cuestión palestina, lejos de resolverse, adquiere una nueva dimensión que podría definir el futuro del Oriente Próximo.