En un giro diplomático que podría cambiar el panorama del Medio Oriente antes de la transferencia de poder en Estados Unidos, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parece estar inclinado a firmar un acuerdo de alto el fuego en el Líbano, catalogado por un diplomático israelí como «un regalo para Trump». Este acuerdo se aventura como un cierre estratégico a los recientes conflictos que han ensangrentado la región y marcado la gestión de Netanyahu, quien enfrenta serios desafíos tanto en el ámbito internacional como en su frente interno.
Durante los últimos catorce meses, el conflicto con Hamás en la Franja de Gaza ha resultado en la muerte de más de 44.000 personas, un baño de sangre que ha atraído la condena mundial y ha incrementado las tensiones en la región. A esto se suma un segundo frente abierto en septiembre en la frontera norte con el Líbano, aumentando aún más el número de víctimas. Bajo esta crítica situación, una orden de arresto contra Netanyahu emitida por la Corte Penal Internacional pende sobre su liderazgo, intensificando aún más la presión internacional sobre su gobierno.
El acercamiento entre Israel y el Líbano, con mediación estadounidense, revela una disposición por parte de Israel a adoptar una postura más flexible de lo que había mantenido en negociaciones previas. La visita a Jerusalén del enviado de Joe Biden, Amos Hochstein, quien ya ha sido respaldado por Trump, indica un deseado pero frágil puente diplomático justo antes de la transición presidencial en Estados Unidos.
Sin embargo, el camino hacia un acuerdo de paz no está libre de obstáculos. Un punto crucial en las discusiones es la demanda de Israel de mantener la libertad operativa en el sur del Líbano en caso de que Hezbolá establezca nuevas posiciones militares. Esta ‘cláusula de autodefensa’ enfrenta una resistencia considerable por parte del Líbano y es percibida como un ataque directo a su soberanía.
Pese a las dificultades, Israel espera que el acuerdo, apoyado por una carta adjunta con Estados Unidos, asegure su capacidad de intervenir militarmente en el Líbano bajo el principio de legítima defensa. Este complejo escenario diplomático se ve complementado por la esperanza de Israel de que Trump, en sus últimos días en el cargo, presione a la Corte Penal Internacional para retirar la orden de arresto contra Netanyahu.
La posible firma de este acuerdo no solo sería un movimiento táctico para asegurar el apoyo continuo de Trump en cuestiones críticas como Gaza e Irán sino convertiría a Netanyahu en un actor clave en un momento de transición política en Estados Unidos, posicionando el acuerdo como un legado duradero de la administración Trump en Medio Oriente. En medio de estos delicados equilibrios políticos y estrategias diplomáticas, la comunidad internacional permanece atenta a los desarrollos, esperando que este acercamiento pueda ser un paso hacia una estabilidad más perdurable en la región.