En un intento por remodelar las complejas relaciones entre el Reino Unido y China, el premier británico Keir Starmer sostuvo el primer encuentro en más de seis años con el presidente chino Xi Jinping. La reunión, llevada a cabo en el Sheraton Grand Hotel en Río de Janeiro durante la cumbre del G20, tuvo como principal objetivo justamente descongelar los lazos bilaterales que se han enfriado considerablemente en los últimos tiempos. Este acercamiento es crucial para el futuro económico del Reino Unido y para fortalecer su posición antes de los desafíos que supondrá el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.
El gobierno laborista británico entiende la importancia de definir una estrategia clara hacia el gigante asiático, sintetizada en tres palabras clave: desafiar, competir y cooperar. Estos principios buscan equilibrar la necesidad de una relación sólida pero cautelosa con China, enfocándose en un crecimiento económico mutuo sin descuidar los temas de derechos humanos y la seguridad nacional. Durante el encuentro, Starmer enfatizó la importancia de unas relaciones consistentes y duraderas, evitando sorpresas y manteniendo el respeto mutuo. Sin embargo, al tocar temas delicados como los derechos humanos y la situación en Taiwán, se generó un altercado que llevó a la expulsión de periodistas británicos de la sala, demostrando las tensiones que aún persisten.
Este acercamiento es una delicada maniobra política para Starmer, quien se enfrenta al escepticismo de los halcones de Westminster preocupados por la posible priorización de intereses económicos sobre los derechos humanos. Además, la victoria electoral de Donald Trump complica aún más el panorama, con la expectativa de un endurecimiento de las políticas comerciales hacia China que podría dejar al Reino Unido en una posición vulnerable, especialmente en el contexto post-Brexit.
El gobierno laborista todavía está definiendo su política hacia China, con una auditoría en curso que no se completará hasta el próximo año. No obstante, la prioridad parece clara: promover el crecimiento económico sin comprometer la seguridad nacional ni los valores democráticos. En este sentido, el Premier Starmer busca mantener un equilibrio entre el desafío ante los abusos de derechos humanos y la cooperación en temas de interés compartido, como la salud global y el cambio climático.
La relación del Reino Unido con China ha experimentado una evolución significativa a lo largo de los años, desde el acercamiento marcado por la «era dorada» bajo el mandato de Cameron y la posterior restricción con Huawei bajo Johnson, hasta el «pragmatismo robusto» de Sunak. Ahora, bajo el liderazgo laborista de Starmer, el Reino Unido busca un «reinicio» de las relaciones, aunque los desafíos permanecen, destacando la importancia de los acuerdos como el Aukus y las presiones internacionales.
A medida que se definan las políticas hacia China, el Reino Unido deberá navegar cuidadosamente entre sus propios intereses, las expectativas de sus aliados internacionales y la realidad de una relación compleja con una potencia mundial que continúa expandiendo su influencia global. La reciente reunión entre Starmer y Xi Jinping en la cumbre del G20 puede ser un primer paso hacia un equilibrio más sostenible, aunque el camino por delante promete ser todo menos sencillo.