En un giro sorprendente de los acontecimientos que ha alterado la configuración política de Oriente Medio, los rebeldes islamistas sirios han tomado el control del centro de Damasco, incluyendo el palacio presidencial, anunciando que la capital siria ha caído y proclamando al país «libre del tirano Asad». Este acontecimiento marca el fin de 24 años de gobierno de Bashar Al-Asad, conocido por su régimen autoritario y acciones represivas hacia cualquier forma de oposición.
El avance de los rebeldes durante los últimos 11 días ha sido fulminante, señalando un cambio dramático en el poder dentro del país. La escalada comenzó el 27 de noviembre con la operación «Disuasión de la agresión» en el noroeste de Siria, momento desde el cual los rebeldes lograron controlar una veintena de pueblos rápidamente. La toma de Alepo, la segunda ciudad más grande del país, entre el 29 y el 30 de noviembre, se hizo casi sin oposición, seguida por la caída de Hama el 5 de diciembre, que cortó el acceso a la región mediterránea y las bases militares rusas.
El destino de Bashar Al-Asad ha sido objeto de intensa especulación. Informes iniciales sugieren que pudo haber huido del país en avión, aunque su destino final o paradero actual permanecen inciertos, alimentando rumores que van desde Moscú hasta Teherán como posibles refugios. Información de seguimiento aéreo indica que el avión en el que presuntamente escapó ha desaparecido del radar, lo que ha llevado a especulaciones adicionales sobre su seguridad o posible derribo.
La incapacidad del ejército y el Ministerio de Defensa sirio para confirmar la ubicación de Asad, incluso después de anuncios de que hablaría a la nación, ha alimentado la incertidumbre. A pesar de las declaraciones del gobierno que lo situaban en Damasco la noche del 7 de diciembre, su ausencia de la vista pública y la falta de un discurso esperado han intensificado la creencia de que ha abandonado el país.
Este cambio en el poder no solo significa la posible conclusión de una era definida por la represión y el conflicto, sino también el comienzo de un periodo incierto para Siria. A medida que los rebeldes toman control y declaran el país libre del «tirano Asad», la comunidad internacional observa cautelosamente, esperando ver cómo se desarrollará este nuevo capítulo en la historia siria y qué implicaciones tendrá para la estabilidad regional e internacional. Con la desaparición de Asad, tanto literal como figurativamente, el futuro de Siria pende de un hilo, sujeto a las decisiones y direcciones que tomen los nuevos detentadores del poder.