Cada otoño, con el inicio de la Serie Mundial, Estados Unidos se sumerge en una de sus tradiciones más queridas. El béisbol, profundamente arraigado en la historia americana, es mucho más que un simple juego; es una narrativa de unidad y pasión que une a las generaciones a través de momentos compartidos de triunfo e incertidumbre. La Serie Mundial no solo refleja la culminación de una temporada, sino que se erige como un monumental testimonio del espíritu competitivo que define a la nación.
A medida que nos preparamos para celebrar 250 años de independencia, el béisbol se convierte en un símbolo de resistencia y esperanza. A lo largo de la historia, el deporte ha encontrado su lugar en los momentos más oscuros y brillantes del país. Desde los campos de batalla de la Guerra Civil, donde los soldados jugaban para aliviar el estrés del conflicto, hasta las dificultades de la Gran Depresión, donde se convirtió en un rayo de luz para muchos, el béisbol ha persistido. Tras los ataques del 11 de septiembre, las familias se reunieron en torno a él, encontrando consuelo y comunidad en cada jugada.
Este año, la Serie Mundial enfrenta a dos equipos excepcionales: los Dodgers de Los Ángeles y los Azulejos de Toronto. Ambos han demostrado un inmenso talento y una tenacidad admirable para llegar a este punto. Su competencia en el diamante es un recordatorio de por qué el béisbol es conocido por reunir a amigos y vecinos, creando lazos que trascienden el deporte mismo.
En medio de la emoción, una mensaje de apoyo resuena: los mejores deseos para los jugadores, entrenadores y fanáticos, con la esperanza de que sea una serie divertida y segura. Sea cual sea el resultado, el verdadero vencedor es el amor por el juego, un amor que continúa moldeando la identidad de Estados Unidos. Un juego, un país, un legado compartido en cada lanzamiento.
Fuente: WhiteHouse.gov
