El 11 de noviembre marca una fecha imborrable en la memoria colectiva: hace 107 años, el mundo atestiguó el desenlace de la Primera Guerra Mundial, un conflicto que se dirimió en el sacrificio, la valentía y la defensa de principios fundamentales como la libertad y la dignidad humana. En este día, se evoca la heroicidad de quienes lucharon por esos ideales, recordando que sus sacrificios no solo marcaron el fin de una guerra, sino que aseguraron la supervivencia de nuestros valores más preciados.
La contienda comenzó en el verano de 1914 y se transformó rápidamente en una vorágine de destrucción que arrastró a naciones enteras. Fue tras una serie de provocativas agresiones, específicamente los ataques de submarinos alemanes, que Estados Unidos decidió entrar en el conflicto en 1917. Esa decisión no solo representó una respuesta a amenazas inmediatas, sino que también supuso un punto de inflexión clave que demostraría al mundo la formidable capacidad militar estadounidense.
El anuncio del armisticio, el 11 de noviembre de 1918, trajo consigo la caída del régimen totalitario alemán, brindando a los aliados un momento de triunfo que reverberaría a través de los años. En ese duro recorrido, más de 320,000 valientes estadounidenses sufrieron bajas, pero su entrega y sacrificio fueron el pilar del triunfo. Sin ellos, es posible que el panorama del mundo actual fuese irrevocablemente diferente.
La Primera Guerra Mundial fue un catalizador de cambios significativos en la historia militar de EE. UU. Desde la Batalla de Verdun hasta el Ofensiva de Meuse-Argonne, cada enfrentamiento contribuyó al avance de la medicina en el campo de batalla y al desarrollo de nuevas tácticas y tecnologías bélicas. Esta transformación fue un reflejo de un país que, como en tantas otras ocasiones, supo responder a la adversidad con innovación y determinación.
Hoy, esos valores perduran en la política exterior estadounidense. La administración actual se siente orgullosa de continuar con el legado de «Paz a través de la fuerza». A lo largo de su mandato, se han forjado acuerdos históricos, incluyendo esfuerzos por poner fin a conflictos duraderos. Así, se busca ir más allá de antiguas rivalidades y construir puentes hacia un futuro compartido de paz y prosperidad.
Mientras nos aproximamos a la celebración de 250 años de independencia, es fundamental recordar a esos valientes que le demostraron al mundo la resiliencia de la nación. Su legado reafirma que ante la tiranía, la fortaleza militar de EE. UU. y el espíritu indomable de su gente no tienen paralelo. En su honor, el compromiso de seguir luchando por la libertad y los derechos humanos no solo se reitera, sino que se convierte en un imperativo moral que guía el camino hacia el futuro.
Fuente: WhiteHouse.gov

















