En lo que parecía ser una de las noches más esperanzadoras para España en la historia reciente del Festival de Eurovisión, el resultado final ha dejado un sabor amargo a todos los seguidores de Melody, la representante española en Eurovisión 2025. Las expectativas eran altas para la artista de Dos Hermanas, quien había dedicado meses de intenso trabajo y preparación para su actuación en el escenario europeo. Sin embargo, la noche no terminó como muchos esperaban.
Con tan solo 37 puntos, Melody se vio relegada a la antepenúltima posición del certamen, quedando en el puesto 24 de los 26 participantes. La falta de apoyo tanto del público como del jurado internacional resultó en un contrastante final para una actuación que, a ojos de muchos, fue casi impecable. La propia Melody, siguiendo la tradición de compartir unas palabras con la televisión nacional al finalizar la gala, optó por el silencio, dirigiéndose a su audiencia a través de las redes sociales para agradecer el soporte de sus seguidores.
No obstante, este inesperado resultado ha generado una ola de reacciones entre los españoles y dentro del equipo de Eurovisión de España. Ana María Bordas, la jefa de la delegación española, expresó su decepción por el resultado, enfatizando la sorpresa generalizada por la falta de reconocimiento hacia el talento vocal y el esfuerzo escénico de Melody. «Melody no ha fallado en ningún pase, tiene una voz extraordinaria y ha dado todo en el escenario,» afirmó Bordas, defendiendo la actuación de la sevillana.
La defensa de Melody no se detuvo ahí. Vicky Gómez, una de las bailarinas que acompañó a la cantante en su actuación, y muchos españoles que presenciaron la final desde Dos Hermanas, compartieron su indignación por el resultado, cuestionando la justicia del sistema de votación de Eurovisión. El padre de Melody, Lorenzo Molina, fue particularmente crítico, sugiriendo que el festival sigue siendo influenciado por votaciones geopolíticas y de afinidad entre países vecinos más que por la calidad de las actuaciones.
La aparición del padre de Melody en defensa de su hija no solo puso de manifiesto su orgullo y satisfacción por la actuación realizada, sino que también avivó el debate sobre la imparcialidad y la necesidad de revisar el sistema de votación en Eurovisión. Su crítica hacia el sorprendente apoyo recibido por otros países, y el cuestionamiento abierto sobre las posibles razones detrás de estos votos, reflejan una desilusión extendida no solo entre los allegados a Melody, sino también entre amplios sectores del público eurofan.
A pesar de los esfuerzos y el talento desplegado, la experiencia de Melody en Eurovisión 2025 se suma a la lista de desencantos españoles en el festival. Sin embargo, también ha servido para poner de relieve las complejidades y controversias que siguen envolviendo uno de los eventos musicales más populares de Europa, planteando interrogantes sobre su futuro y la posibilidad de reformas que aseguren una competencia más justa y centrada en el arte musical. La reflexión sobre la meritocracia, la calidad artística y las dinámicas de votación en Eurovisión parece estar más viva que nunca, invitando a una profunda revisión de los valores que deberían guiar este emblemático concurso.
