En materia de medio ambiente, el año que ahora llega a su fin arrancó vestido de azul. Enero de 2021 marcó el inicio de la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, proclamada por las Naciones Unidas, que se alargará hasta finales del 2030.
El director del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) Josep Lluís Pelegrí Llopart nos ha explicado el objetivo de esta iniciativa: promover una gestión de los océanos y costas basada en el conocimiento científico, que haga de los océanos saludables uno de los pilares para el progreso de toda la humanidad.
Será difícil, por no decir imposible, alcanzar un desarrollo sostenible con unos mares enfermos. Albergan una enorme biodiversidad, desempeñan un papel determinante en las precipitaciones, son los grandes repositorios y distribuidores de la energía solar y regulan los gases de efecto invernadero.
El inicio de esta década ha inspirado la serie Océanos 21. En ella, a lo largo de los últimos meses, hemos publicado numerosos artículos que describen la situación en los principales océanos del mundo y hablan de algunos de los principales problemas a los que se enfrentan, como la contaminación acústica y el cambio climático.
Un nuevo informe del IPCC
En agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó su informe más completo sobre la ciencia del cambio climático desde 2013.
En la evaluación se presentan nuevas evidencias que responsabilizan del cambio climático a las actividades humanas. El análisis confirma que el calentamiento se está acelerando, al igual que la subida del nivel del mar, y que los fenómenos climáticos extremos (olas de calor, lluvias torrenciales, periodos de sequía) han aumentado en frecuencia e intensidad debido al hombre.
Para Fernando Valladares, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, reducir la emisión de gases de efecto invernadero exige frenar el desarrollo económico, reorganizar y limitar la generación de energía, transformar el transporte, reducir la agricultura y la ganadería intensivas y transformar las ciudades.
Pero revertir el proceso es cada vez más complicado. Manuel de Castro Muñoz de Lucas, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Castilla-La Mancha señala que, incluso si lográsemos reducir las emisiones de forma drástica, “la temperatura media global de la superficie tardaría algunos siglos en volver a los valores preindustriales”.
2021, un año de extremos
Durante este año, se han dejado notar algunos posibles indicios de esa aceleración climática. Lo estrenamos en España con una intensa ola de nieve y frío que paralizó ciudades enteras. La tormenta Filomena supuso, además, un duro golpe para las familias en situación de probreza energética, como advirtieron María Teresa Cuerdo Vilches (Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, IETcc – CSIC) y Miguel Ángel Navas Martín (Instituto de Salud Carlos III).
En verano, mientras inusuales olas de calor azotaban Estados Unidos y Canadá, las tormentas e inundaciones arrasaban Alemania. Un gran problema en todo los casos, dice el catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá Antonio Ruiz de Elvira, es que no existen protocolos para afrontar estos fenómenos.
Los otros protagonistas del verano han sido los incendios. Cada vez más voraces y difíciles de extinguir, los actuales se consideran de sexta generación. “Liberan tal cantidad de energía que son capaces de desarrollar un comportamiento propio y de generar vientos erráticos que les permiten propagarse de manera imprevisible”, alerta Rosa María Canals, profesora de Ingeniería Agroalimentaria y del Medio Rural de la Universidad Pública de Navarra.
El profesor de la Universitat de Lleida Víctor Resco asegura que estamos entrando en la era de los incendios que ya no podemos apagar, aquellos que “pueden arder durante semanas o meses y que solo se apagan cuando llueve”.
La cumbre del clima
El 2021 se ha despedido con otra importante iniciativa de Naciones Unidas: la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), celebrada en Glasgow el pasado noviembre.
Los investigadores Pedro Linares (Universidad Pontificia Comillas), Anna Traveset (IMEDEA – CSIC – UIB), Cristina Linares Gil y Julio Díaz (Instituto de Salud Carlos III), Gemma Durán Romero (Universidad Autónoma de Madrid), Roberto Álvarez Fernández (Universidad Nebrija) y Víctor Resco de Dios (Universitat de Lleida) nos hicieron un balance de la cumbre y del Pacto Climático resultante, firmado por 197 países.
La reunión ha supuesto algunos pasos hacia delante. Se ha exhortado a los países a revisar sus compromisos de reducción de emisiones. También se han declarado buenas intenciones en materia de ayudas económicas a las regiones más pobres, inversión en proyectos de salud y protección de los bosques.
Pero la reunión ha dejado en el aire algunas cuestiones. Una de ellas es el plan de financiación climática y la lista de contribuyentes. Por otro lado, aunque se planteó poner fin al carbón y las ayudas a los combustibles fósiles, no se han fijado medidas firmes.
Los próximos años serán decisivos para que se concreten todos estos aspectos. De momento, los países han acordado reunirse en noviembre del 2022 en Egipto para presentar unos compromisos más ambiciosos para reducir emisiones. Veremos si entonces llegan con los deberes hechos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.