En algunos rincones de la política estadounidense, la muerte no ha sido un impedimento para que los políticos logren una victoria electoral. Un número sorprendente de candidatos fallecidos han conseguido triunfar en las urnas, un fenómeno que a primera vista podría parecer sacado de una novela, pero que tiene explicaciones profundamente arraigadas en la ley y en el corazón de los votantes.
Los mecanismos legales por los cuales un candidato muerto puede ganar una elección son claros. En varios estados de la Unión Americana, existen leyes que prohíben modificar las papeletas electorales una vez que han sido impresas. Esto significa que si un candidato fallece después de que las boletas han sido distribuidas, su nombre permanecerá en la competencia. Aunque podría parecer un detalle menor, esta peculiaridad legal ha dado lugar a situaciones surrealistas en las que los electores han terminado votando por alguien que ya no está con vida.
Pero más allá de las circunstancias legales, el apoyo continuado a políticos fallecidos refleja un profundo vínculo emocional y de lealtad de los votantes hacia sus candidatos escogidos. En algunos casos, los electores prefieren honrar la memoria de un político que admiraban, votando por él como un tributo póstumo, o como una expresión de descontento hacia los candidatos vivos disponibles, a quienes podrían considerar menos deseables o competentes.
Un ejemplo reciente de este fenómeno se presentó en Pensilvania, con la victoria póstuma del representante estatal Anthony DeLuca, quien a pesar de haber fallecido un mes antes de las elecciones de medio término de 2022 debido a un cáncer, ganó con un contundente 85% de los votos. Su caso, aunque extraordinario, está lejos de ser único.
Históricamente, otros candidatos como Mel Carnahan en Misuri, quien murió en un accidente de avión en el año 2000 y aún así ganó una senaduría, o el caso de Carl Geary en Tennessee, quien se convirtió en alcalde póstumamente en 2010, demuestran que la conexión entre un político y sus seguidores puede trascender incluso la barrera de la muerte.
Estos sucesos revelan una faceta fascinante y quizás desconcertante de la política estadounidense, donde el legado y la memoria de un político pueden mantenerse vigentes en el corazón de los votantes hasta el punto de otorgarle una victoria electoral. En cada uno de estos casos, tras la victoria póstuma se realizan elecciones especiales para designar al reemplazo efectivo, pero el mensaje de los electores permanece claro: el respeto y la lealtad hacia sus líderes elegidos pueden trascender incluso los límites de la vida y la muerte.