A la séptima, se rompió la hegemonía. Ha sido la debacle del movimiento que lideró la lucha por la liberación de los sudafricanos del apartheid y que aupó a Nelson Mandela al Premio Nobel de la Paz y a la presidencia de Sudáfrica. El que instauró una política de no racialidad para dar cabida a los blancos que les habían negado la libertad y se enorgulleció de fundar la nación arcoiris. Ese movimiento ya no tiene el apoyo de la mayoría de sudafricanos.
El Congreso Nacional Africano (CNA) ha perdido la mayoría absoluta en las séptimas elecciones generales en democracia que celebra Sudáfrica y se ha quedado con un 40% —con el 98% del voto escrutado—, 17 puntos menos que hace cinco años y lejos de un apoyo mayoritario.
Las colas que se vieron el miércoles en las elecciones recordaban a las vividas en 1994. Esta vez, en lugar de ansiar la democracia, miles de jóvenes hicieron cola para buscar el cambio. El legado de la lucha contra el apartheid ya no es suficiente para un país donde la generación born-free, nacida ya en democracia, comienza a tomar la palestra. Con una edad mediana de 28 años, los jóvenes quieren soluciones a un país que se desmorona por la corrupción y la incapacidad del CNA de solventar la economía. El 32,9% de población activa no tiene empleo y el paro juvenil ha llegado al 45,5%, unas cifras que han convertido a Sudáfrica en el país con la mayor tasa de desempleo del mundo.
Ambas cifras son peores que hace 20 años y la desigualdad de ingresos también ha aumentado con respecto al fin del apartheid, hasta colocar al país como el más desigual del mundo. En 2022, un sudafricano blanco ganaba hasta más de cuatro veces más que uno negro: de media 1.287 dólares al mes por los 287 dólares de un ciudadano negro, mil dólares menos.
Las políticas del Gobierno no han ayudado a compensar estas cifras. El deterioro de los servicios públicos es el símbolo más importante del Congreso Nacional Africano y, en 2023, los sudafricanos sufrieron apagones de entre 6 y 12 horas de media al día. La eléctrica pública, Eskom, lleva haciendo apagones controlados ante la falta de capacidad para atender la demanda en un país que todavía depende del carbón como principal fuente energética.
La falta de trabajo y visión a futuro ha aupado los niveles de criminalidad. En Sudáfrica hay un asesinato cada 20 minutos de media. Parar con el coche, en ciertos barrios de ciudades como Johannesburgo, Durban o Pretoria, puede suponer la muerte. Estas tres urbes, con cifras alarmantes como 62 asaltos diarios, están entre las cuatro del mundo más peligrosas, solo superadas por Caracas, según el índice de criminalidad de Numbeo.
Un nuevo futuro (incierto) para Sudáfrica
Una vez escrutados los votos, se abre un periodo incierto de dos semanas sin precedentes y que finalizará con la votación en el Congreso del nuevo presidente. El CNA deberá pactar y para ello una clave será ver si Cyril Ramaphosa da un paso al lado. El hasta ahora presidente sudafricano puede optar a un segundo mandato, pero la oposición ya ha dicho que con él al mando una coalición es más complicada. Debilitado, no se descarta que decida ceder el mando.
Menos probable es que el partido fuerce su dimisión para que no ocurra lo mismo que con Jacob Zuma. El expresidente, también miembro del CNA, fue obligado a dimitir y este año se unió al nuevo partido uMkhonto weSizwe (MK), que coge el nombre del brazo armado del partido en la lucha contra el apartheid. Zuma ha conseguido arrasar en la provincia de KwaZulu-Natal, de donde proviene, y sobre todo entre la etnia zulú, la más numerosa del país. Con ese apoyo se ha aupado como el tercer partido a nivel nacional con un 15% de los votos.
La división interna es la que ha castigado al partido de Mandela. Al MK se suman los Luchadores por la Libertad Económica de Julius Malema, quien fuese líder de las juventudes del CNA. A pesar de haber perdido votos, Malema será decisivo y con él podría gobernar como único socio al haber obtenido el 9,5%. Pero como Zuma, Malema ha criticado a Ramaphosa y ha pedido que se aparte para formar coalición.
Si ambos obligan a apartarse a Ramaphosa, el CNA puede romperse todavía más y amenazar su liderazgo en votos en las siguientes elecciones. Pero si no lo hace, se vería obligado a pactar con la Alianza Democrática, el partido liberal encabezado por los blancos afrikáners que ha obtenido el 21%. Por ahora, no se han negado a hacerlo, y ese sería un movimiento apoyado por inversores y que moderaría al país, pero supondría una traición a su electorado por pactar con quien se asocia con el apartheid.
Los votantes del CNA no se han moderado, más bien todo lo contrario, y piden implementar la revolución socialista que caracterizaba al movimiento de liberación que se apoyaba en la Unión Soviética y que se aparcó al llegar al poder en 1994. El MK y EFF han aumentado en popularidad con sus propuestas de corte marxista pidiendo nacionalizar empresas y una rápida redistribución de la tierra. La propuesta de expropiar la tierra sin compensación ha sido la punta de lanza del EFF y la ha hecho suya el propio CNA para intentar contentar a su electorado, pero de poco ha servido. Ramaphosa tiene en su mano firmar tras aprobar el Congreso.
El CNA puede pactar con uno de los dos, o con ambos. La opción de unir fuerzas tanto con el MK y el EFF para tener una mayoría holgada y reunir al partido con antiguas figuras que representan distintas facciones sería útil. El problema sería ver quién es ahí vicepresidente. Malema lo anhela, pero muchos temen a un joven radical que en público se ha negado a descartar pedir asesinar a personas de raza blanca y que ha dicho que enviaría armas al Kremlin para apoyar a Vladímir Putin en su «lucha contra el imperialismo» en Ucrania.
Por el otro lado, Zuma no puede serlo porque tiene a sus espaldas una condena de 15 meses de prisión por desacato a la autoridad al no presentarse a un juicio contra él en el que se le investigaba por corrupción. Ahora, con ambos partidos en el gobierno y con una mayoría de dos tercios, puede ser amnistiado en un gesto por parte del CNA que buscaría coser esa desunión. Está por ver si hay predisposición para la unión, pero Sudáfrica se enfrenta a un futuro incierto y la Bolsa ya empieza a caer temiendo la unión tripartita.