Kirian Rodríguez, capitán de la UD Las Palmas, se acerca a su esperado regreso tras un periodo de recuperación, generando ilusión en la afición y renovando la esperanza del club
Hay regresos que no se miden en días de calendario, sino en latidos de tribuna. Kirian Rodríguez, el capitán de la UD Las Palmas, está a punto de volver a los terrenos de juego tras un paréntesis demasiado largo para el equipo y eterno para la afición. El presidente del club ya ha puesto fecha aproximada, un mes, quizá mes y medio. Un tiempo ridículamente corto si se compara con lo que significaría su ausencia prolongada. Un mediocampo huérfano de brújula y un vestuario sin voz de mando.
El optimismo se respira en la isla como el salitre en el aire. No es solo que Kirian corra otra vez hacia la pelota, es que con él vuelve un tipo de energía que las estadísticas no saben medir. Porque en fútbol, como en la vida, hay talentos que brillan con la pelota en los pies y otros que iluminan incluso cuando están en el banquillo. El capitán de Las Palmas pertenece a esa rara especie que hace ambas cosas a la vez.
El ruido de lo íntimo
En medio de esta ilusión, se coló una nota desafinada, la filtración del diagnóstico médico del jugador. El presidente no escondió su enfado y, con la resignación de quien sabe que la discreción es un lujo en extinción, señaló la falta de escrúpulos de quienes hicieron público un asunto tan delicado. Irónico, ¿verdad? La salud de un futbolista convertida en espectáculo paralelo, como si la vida privada se hubiera vuelto un bien de consumo más.
Sin embargo, ni el ruido ni el morbo han logrado romper la calma del club. Lejos de dramatizar, la directiva mantiene la serenidad de un piloto que sabe que el mar está agitado, pero que su barco llegará a puerto. El mensaje es claro, Kirian volverá sin prisas, sin atajos y, sobre todo, sin riesgos. Y en esa paciencia se encuentra también una declaración de principios, no todo vale, ni siquiera en el fútbol.
La fe de la grada
La afición, mientras tanto, espera. Y esperar, en el fútbol, es un verbo que suena a promesa. Cada seguidor amarillo imagina el regreso de su capitán como quien aguarda la primera lluvia tras una sequía, con ansiedad, con esperanza y con la certeza de que todo volverá a florecer cuando él esté de nuevo en el césped.
No se trata solo de un jugador más, sino de la pieza que encaja la maquinaria. El club lo sabe, los hinchas también, y quizá por eso la confianza es total. Se quiere a Kirian al 100%, no como símbolo pasajero, sino como líder que guíe el rumbo en una temporada que exige cabeza fría y corazón ardiente. En definitiva, Las Palmas recupera a su capitán, y con él, recupera algo más valioso aún: la convicción de que los sueños de esta campaña siguen intactos.