La tierra tembló una vez más en Grecia, esta vez afectando a las islas de Santorini y Creta con un sismo de magnitud 6,1. Este fenómeno natural, ocurrido el jueves, no solo despertó a los habitantes de ambas islas sino que también revivió los temores en una zona que históricamente ha aprendido a vivir en constante alerta debido a su alta actividad sísmica. A pesar de la alarma inicial, el impacto fue relativamente menor, causando únicamente daños leves en el puerto y llevando a la activación del protocolo de alerta de tsunami.
Rémy Bossu, secretario general del Centro Sismológico Europeo-Mediterráneo, se mostró tranquilizador al abordar la situación, explicando que «los riesgos no son mayores que ayer o en febrero». Grecia, situada en una zona de intensa actividad sísmica debido al contacto entre las placas tectónicas africana y euroasiática, es propensa a enfrentar este tipo de eventos naturales. «Cada vez que vas a Grecia, vas a una región sísmicamente activa», afirmó Bossu, quien además destacó que no hay motivos para esperar un desastre de mayor magnitud a raíz de este último temblor.
El epicentro del terremoto ocurrió bajo el mar, lo que, de acuerdo con los expertos, contribuyó a disminuir su impacto en la superficie. Las vibraciones se sintieron no solo en las islas afectadas sino también en Atenas, aunque sin causar graves daños. Vassilis Karastathis, del Instituto de Geodinámica del Observatorio Nacional de Atenas, describió los movimientos posteriores al terremoto principal como «una secuencia post-terremoto muy débil», asegurando que la situación estaba controlada.
Sin embargo, el fenómeno más preocupante tuvo lugar en febrero en Santorini, una isla volcánica que experimentó un «enjambre sísmico»: una serie casi continua de temblores menores. A pesar de no haber víctimas ni daños significativos, las autoridades locales declararon el estado de emergencia como medida de precaución. Bossu señaló que se identificó un componente volcánico en esos temblores, aumentando el nivel de preocupación, pero aclaró que las medidas adoptadas fueron adecuadas y que no se ha detectado un incremento en el riesgo desde entonces.
El reciente terremoto en Creta también llevó a la activación automática de la alerta de tsunami, protocolo estándar en el Mediterráneo para sismos submarinos que superen la magnitud 6. Bossu aclaró que normalmente, para un sismo de esta magnitud, no se espera un gran tsunami, pero sí es posible que ocurran remolinos en los puertos o una leve subida del nivel del mar. Por ello, recomendó evitar las playas y los muelles tras la alerta.
Ante la posibilidad de futuros sismos, tanto los residentes como los turistas deben informarse sobre cómo actuar en tales situaciones. La mayoría de las lesiones, según Bossu, no son causadas directamente por el sismo, sino por la caída de objetos. Recomienda buscar refugio bajo una mesa robusta y alejarse de las ventanas.
Grecia, siendo el país con la mayor actividad sísmica en Europa, ha tomado medidas para asegurar que sus edificios estén adecuadamente preparados para resistir terremotos. Nikolaos Melis, director de investigación del Instituto de Geodinámica de Grecia, insistió en que, aunque no se puede descartar la posibilidad de un gran terremoto, es improbably que ocurra uno de magnitud catastrófica. La preparación, tanto física como psicológica, es clave para enfrentar estos fenómenos naturales con la menor cantidad de daños posible.
La comunidad de Santorini y Creta, junto con las autoridades y sismólogos, se mantienen alerta y preparados para lo imprevisible, recordando que la prevención y el conocimiento son esenciales en una región marcada por su legado sísmico.