La Ruta del Vino de La Mancha es el destino perfecto para quienes buscan una escapada de tres días a otro ritmo, sin necesidad de volar al otro lado del mundo para encontrar paz y autenticidad. Todas las tendencias en turismo actual confluyen en este lugar: desde el movimiento slowlife y los destinos transformadores, hasta el regreso a las tradiciones, la desconexión tecnológica, los sabores de siempre y el descanso merecido.
Si te atrae la idea de un puente de diciembre lleno de molinos, humedales y bodegas, prepárate para una experiencia que combina paisajes únicos, naturaleza en calma y el mejor enoturismo. Aquí podrás disfrutar de fotones de escándalo para tus recuerdos, guisos de temporada para entrar en calor y actividades que te permitirán practicar el tan necesario mindfulness.
La Ruta del Vino de La Mancha, con el mayor viñedo del mundo como telón de fondo, te invita a redescubrir el ‘aquí y ahora’, con experiencias que te harán desconectar por completo de la rutina. Pero cuidado: este destino tiene una advertencia clara. Es tan adictivo que, después de vivirlo, no querrás irte. ¿Listo para descubrirlo?
La belleza indiscutible de los molinos de viento
La imagen no se repite en ningún otro lugar, de ahí lo icónico de los molinos de viento en la Ruta del Vino de La Mancha. Desde la sierra criptanense o desde el cerro alcazareño; siempre vigilando los viñedos como gigantes en la niebla, o testigos de los atardeceres más hermosos. La luz de la llanura junto a ellos tiene matices únicos que hacen de cualquier experiencia el mejor recuerdo de tu última escapada del año.
Desde la molienda tradicional que tiene lugar todos los primeros domingos del mes en Campo de Criptana, a un paseo por el Barrio del Albaicín para acabar con un tardeo en Restaurante Las Musas. Las vistas de la Sierra de los Molinos desde este templo de la gastronomía son indescriptibles, aunque una cena a la luz tenue de una cueva criptanense poco o nada tiene que envidiarle. ¿Alguna vez has comido en Cueva La Martina? Sus platos, cuidados al detalle, están hechos para que apetezca el frío. Unas gachas regadas con un buen tinto de la tierra o unas judías con perdiz son el mejor remedio para combatir el estrés en esta época del año.
Para los amantes de la gastronomía cervantina además, es tiempo de degustar el guiso de las Bodas de Camacho en Alcázar de San Juan. El 30 de noviembre y el 1 de diciembre se conmemora este episodio recogido en Don Quijote de La Mancha (la boda del apoderado Camacho que pretendía casarse con la joven Quiteria y sirvió este guiso a sus comensales), ofreciendo en los restaurantes del municipio este plato típico de la gastronomía manchega, como es el caso de Bodega La Tercia. Si bien, el puente de diciembre son muchos los lugares en los que aún se puede rendir cuenta de esta tradicional receta acompañada de un buen vino de la tierra. Vinos muchos que salen de las tierras que rodean los molinos y que se pueden catar en una de las experiencias de referencia de la Ruta del Vino de La Mancha: el Sunset Wine que Don Quixote Tours organiza en el Cerro de San Antón.
La llegada de los patos a la Mancha Húmeda con la llanura vestida de rosa pálido
Ahora que los viñedos duermen al abrigo del frío, la llanura manchega se viste del blanco rosáceo de los taray. Es uno de los trajes que mejor le quedan, según los amantes de esta tierra. Así recibe la Ruta del Vino de La Mancha a los patos que llegan a pasar el invierno a los humedales que salpican este sendero de vid y cereal. Y es que el otoño, cuando llega a las puertas de la Navidad, es un derroche de paisajes espectaculares en tierras manchegas. Uno de los destinos de referencia para los amantes del birdwatching y un planazo para el puente de diciembre.
Desde el Parque Nacional las Tablas de Daimiel, en Villarrubia de los Ojos, adonde llegan las grullas escapando del gélido invierno del norte, al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, al que se puede acceder alargando la Ruta por La Solana. Un paseo que cruza preciosas dehesas y fincas de monte mediterráneo por las que corren conejos, liebres y perdices hasta llegar al Castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba.
Otra opción es la siempre hermosa Mancha Húmeda que, desde la laguna de Salicor en Campo de Criptana, al complejo lagunar de Alcázar de San Juan o la Laguna del Pueblo de Pedro Muñoz (a un paso de El Toboso, donde poder darse un homenaje gastronómico con sabores tradicionales y toques cervantinos en El Rincón de La Mancha), forman un espacio declarado Reserva de la Biosfera al que se accede por caminos de olivares y viñedos hasta conseguir la gran recompensa: patos colorados, garzas imperiales, águilas pescadoras o los huéspedes más esperados en esta época: las grullas. Cientos de ellas. Verlas disfrutar en las lagunas que salpican la llanura manchega es una inyección en vena de mindfulness, slowlife y medicina para el cuerpo. Un baño de paisajes únicos en el que adentrarse por libre o reservando alguna experiencia que combine naturaleza con el mejor enoturismo de la mano de www.sabersabor.es, www.donquixotetours.com, www.selfietour.es o Viajes Parra Tour.
19 bodegas recorren las 11 paradas de la Ruta del Vino de La Mancha
La oferta es tan infinita como lo es el mayor viñedo del mundo que se extiende por la llanura que cruza la Ruta del Vino de La Mancha. No hay mejor lugar para vivir el enoturismo que éste. Ahora que los viñedos duermen bajo el frío, las bodegas preparan sus mejores experiencias para recorrer sus instalaciones y aprenderlo todo sobre la cultura del vino. Reservar una jornada enoturística con cualquiera de ellas es tomar conciencia de lo profundas que son las raíces de la cultura vitivinícola en la llanura manchega.
Catas de sus nuevas añadas, degustación de los mejores bocados de la cocina manchega, jornadas enoturísticas que combinan arte, tradición y vino y planes para aquellos que viajan con los más pequeños, que incluyen degustación de mosto o talleres en los que aprender a convertirse en auténticos winelovers, como los que imparte el Museo Torre del Vino de Socuéllamos. Y no solo eso: venir a la Ruta del Vino de La Mancha es también dar un paseo por algunas de las más de 2.000 cuevas-bodega que se esconden bajo los pies de Tomelloso, visitar el Centro de Interpretación de la Alfarería Tinajera de Villarrobledo, o alojarse en un hotel enoturístico como la Hospedería Nuestra Señora del Rosario en El Provencio (bodega de origen de la primera cooperativa de la localidad): tres enclaves únicos que despiertan la atención de viajeros de todo el mundo que llegan cada año atraídos por la belleza de esta Ruta y su vasta oferta en enoturismo.