Lyuba, de 67 años, aún se aferra a la tradición de poner dos platos en la mesa, un eco de su vida antes de la pérdida de sus dos maridos. Esta costumbre no solo habla del vacío que ha dejado la soledad, sino que también refleja una realidad demográfica: las mujeres tienden a vivir más que los hombres. La Organización Mundial de la Salud señala que, a nivel global, hay un resurgir de esta desigualdad en la vejez, donde la proporción de mujeres supera a la de hombres, con Europa destacándose en este fenómeno.
En 2024, la Unión Europea contaba con 229 millones de mujeres y 220 millones de hombres, un desequilibrio que se acentúa aún más en ciertos países, como Bulgaria, donde hay 108 mujeres por cada 100 hombres. Las razones son múltiples, pero fundamentalmente la esperanza de vida juega un papel crucial, con una diferencia de aproximadamente 5,3 años a favor de las mujeres. Sin embargo, la migración y las dinámicas de natalidad también influyen. En algunos países, la llegada de hombres jóvenes en búsqueda de empleo ha alterado esta balanza, mientras que en otros, la salida de mujeres por razones laborales ha vaciado comunidades y dejado un mayor peso femenino en el hogar.
En medio de esta transformación demográfica, surgen inquietudes sobre la calidad de vida de las mujeres mayores, muchas de las cuales enfrentan la soledad y la falta de oportunidades para socializar. Mientras en lugares como Bulgaria los recursos son escasos, en países como España se están implementando programas para fomentar la interacción social y la convivencia. El objetivo no es solo prolongar la vida, sino dotarla de significado y compañía, ofreciendo alternativas para que los años dorados no sean sinónimo de aislamiento.
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