Los Muñecos del Momento en España: El Éxito Inesperado del Poder Chino

La tarde en Dumss es de una calma engañosa. Esta pequeña tienda de regalos, una más entre tantas en el emblemático Barrio de las Letras de Madrid, ha visto cómo su ambiente tranquilo se alteraba en las últimas semanas. Su secreto se oculta en la búsqueda frenética de los muñecos Labubu, un fenómeno reciente que ha conquistado tanto a coleccionistas como a celebridades.

Mientras el sol da sus últimos destellos de luz, la dependienta comparte que, a pesar de ser un lugar donde sus clientes suelen encontrar ese detalle especial, ahora se enfrentan a una escasez alarmante. “No nos queda ni un ejemplar. Llevamos semanas esperando una nueva remesa”, comenta. A colarse en el corazón de quienes buscan alegría en un pequeño juguete se une la presión de un producto que, desde su aparición, ha desatado un fervor inusitado. Con una estética que mezcla lo adorable y lo peculiar, los Labubu han enamorado a muchos, apareciendo incluso en los accesorios de iconos como Rihanna y Kim Kardashian.

A 35 euros cada uno, estos muñecos se han convertido en un símbolo de moda —una especie de versión contemporánea de los Sonny Angel que arrasaron hace unos meses—. Pero el interés por ellos va más allá de su precio o su apariencia. En las redes sociales, el fenómeno Labubu ha escalado posiciones rápidamente, y lo que comenzó como un producto local ahora se erige como una influencia global.

La dependienta, con tono resignado, relata que, incluso en la plataforma web de Pop Mart, la marca detrás de estos muñecos, la disponibilidad se ha vuelto un mito. Las colas que se forman en Barcelona, donde la marca ha establecido un Pop-up permanente, son el testimonio palpable de su éxito: “La gente hace fila literalmente hasta la calle”, asegura, subrayando la locura que rodea a estos personajes que, aunque nacidos en China, han encontrado un hogar en corazones de distintas latitudes.

Esto es especialmente significativo en un contexto más amplio, marcado por los intentos de China por proyectar una imagen positiva en el exterior. Aparte de ser un ejemplo de la creciente influencia económica del país, los Labubu representan un éxito cultural que se ha dado sin el respaldo de una política estatal, algo inusual para una cultura que tradicionalmente ha estado instalada en la exaltación nacionalista. La viralidad del juguete llega en un momento en que, tras años de esfuerzo por atraer la mirada del mundo, un producto de propiedad intelectual china se convierte en una referencia en la cultura pop.

Labubu fue creado en 2015 por Kasing Lung, un artista hongkonés que lo concibió como parte de su serie “The Monsters”. La historia del personaje dio un giro inesperado cuando Wan Ning, un empresario joven que antes vendía juguetes en Pekín, descubrió su potencial. Desde entonces, Pop Mart ha ascendido rápidamente, convirtiéndose en un gigante del sector de juguetes coleccionables y sorprendiendo al mundo con el fenómeno de las «blind boxes», donde la sorpresa del comprador se convierte en parte de la experiencia.

Las cifras de este éxito son impresionantes: lanzamientos que generan colas interminables en ciudades de todo el mundo. Y aunque su éxito ha encontrado en el merado internacional eco, lo que resuena más es la conexión visceral que han establecido con sus clientes. Muchos de sus nuevos aficionados ignoran que Labubu nació en una cultura que, a menudo, lucha por ser percibida positivamente en Occidente.

El éxito inesperado de este muñeco coincide con un cambio en la percepción global hacia China. Con la imagen de Estados Unidos cayendo en picada en el escenario internacional, muchos ven en productos como Labubu un puente que comienza a cerrar la brecha cultural entre el gigante asiático y el resto del mundo. A medida que más personas utilizan productos chinos, ya sea electrónicos o culturales, se abre una ventana hacia una nueva dinámica de intercambio cultural.

Ahora, con los Labubu adornando mochilas y, más que nunca, invadiendo redes sociales, el camino que une Madrid y Pekín parece estar en un momento de convergencia cultural. Como una pequeña chispa que enciende una llama, estos muñecos se han convertido en un símbolo de un cambio mucho más profundo en las relaciones entre culturas.

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