Los laboristas se imponen con una victoria abrumadora en el Reino Unido

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Cambio de ciclo en el Reino Unido. El Partido Laborista obtiene una victoria aplastante, poniendo fin a catorce años de Gobierno conservador. “¡Lo hemos conseguido! Hicimos campaña por ello, luchamos por ello, votasteis por ello y ahora ha llegado. El cambio comienza ahora. Y se siente bien, tengo que ser honesto. Cuatro años y medio de trabajo cambiando el partido. Tenemos a un Partido Laborista renovado, listo para servir a nuestro país, listo para restaurar el Reino Unido al servicio de la gente”, ha recalcado Keir Starmer quien, tras el liderazgo del radical Jeremy Corbyn (quien en los comicios de 2019 cosechó los peores resultados para la formación desde 1935), ha llevado de nuevo al laborismo al centro. Pese a que el recuento de votos no finalizará hasta el viernes por la tarde, el laborista ya ha conseguido los 326 asientos de los 650 que están en juego. Va camino de hacerse con 410, una mayoría épica como la conseguida por Tony Blair en 1997.

Por su parte, para los conservadores, hasta ahora la máquina más eficaz de la política británica, el resultado, aunque ampliamente esperado, supone un final desastroso. Se encamina a un nivel de aniquilación que le dejaría con apenas 154 parlamentarios, una auténtica humillación en la ilustre historia del partido, que supera su punto más bajo anterior de 156 asientos en 1906.

Tras conservar su escaño por la circunscripción de Richmond y Allerton Norte, algo que se ponía en duda, Rishi Sunak ha reconocido que “hay mucho que aprender y reflexionar” y ha asumido “la responsabilidad del fracaso”. Tras cinco primeros ministros y un legado marcado por un Brexit que ni ha impulsado la economía ni ha recuperado el control de la fronteras (la inmigración alcanza cifras récord), la formación queda sumida en una grave crisis de identidad.

La victoria laborista en el Reino Unido contrarresta la tendencia de declive de la centroizquierda en muchas economías occidentales. Un número creciente de votantes en países como Francia, Italia y Alemania han abrazado a la extrema derecha en las últimas elecciones.

Con todo, esa tendencia también ha dejado su huella en Westminster, con el populista Nigel Farage quien ha ganado (a su octavo intento) su primer escaño en la Cámara de los Comunes. Pese a que el sistema electoral británico hace sumamente complicado la entrada en el Parlamento de nuevas formaciones, Reform UK, irrumpe con el enfant terrible de la política británica, el amigo de Donald Trump. Sin asiento ya había conseguido ser uno de los políticos más influyentes. Fue su popularidad con el UKIP -su primer proyecto- quien llevó al Gobierno de David Cameron a convocar el referéndum del Brexit. Así que ahora potencia, aún más, su relevancia.

“Algo extraordinario está sucediendo”, ha declarado Farage, cuya formación podría hacerse con seis asientos. “Existe una brecha enorme en el centro-derecha de la política británica y mi trabajo es ocuparla”. Y añadió: “Este es sólo el primer paso de algo que los sorprenderá a todos. Construiremos un movimiento nacional de masas en los próximos años para desafiar a los laboristas por el poder en las próximas elecciones”, recalcó.

El conservadurismo ha dominado la historia de Westminster, por lo que Starmer -el primer laborista que se mudará a Downing Street desde 2010, según predicen las encuestas- tendrá ahora que convencer a los británicos que no tienen que temer un retroceso hacia el socialismo radical. En 1997 -cuando se vivió otra histórica victoria laborista como la que se espera ahora- Tony Blair intentó disipar temores similares declarando: “Hemos sido elegidos como Nuevo Laborismo y gobernaremos como Nuevo Laborismo”. Y ahora Starmer -que nada tiene que ver con su radical predecesor, Jeremy Corbyn, apodado como el `Pablo Iglesias británico´- se hace eco exactamente de las palabras de su mentor: “Hemos hecho campaña como un Partido Laborista renovado y gobernaremos como un Partido Laborista renovado”. Nadie sabe aún con certeza qué significa el Starmerismo, pero sí pasa por estrechar de nuevo relaciones con Bruselas tras los turbulentos años del Brexit.

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