En un giro drástico hacia la escalada de tensiones en Oriente Medio, el ejército de Israel ha llevado a cabo un ataque sin precedentes bombardeando el corazón de Beirut, Líbano, y dirigiendo su ofensiva hacia los rebeldes hutíes en Yemen. Esta serie de operaciones militares señala un avance significativo en la respuesta de Israel a las amenazas percibidas a su seguridad nacional, alcanzando objetivos a una distancia de aproximadamente 1.800 kilómetros de sus fronteras.
La operación en la ciudad portuaria de Al Hodeida, en Yemen, se ha descrito como una represalia por el lanzamiento de un misil balístico desde territorio hutí hacia el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, profundizando las hostilidades en la región. Las declaraciones del ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, subrayan la determinación del país de actuar contra cualquier amenaza, sin importar la distancia. El ataque no solo se centró en la infraestructura portuaria sino también en plantas eléctricas y otros puntos clave utilizados por los hutíes para el tráfico de armas y suministros militares, presumiblemente provenientes de Irán.
La ofensiva israelí se produce en un momento de creciente tensión, con ataques recientes a grupos chiíes respaldados por Irán, como Hezbolá, subrayando una expansión de las hostilidades a nivel regional. Estas acciones sugieren una estrategia israelí más abierta y agresiva frente a los actores respaldados por Irán en Oriente Medio, con implicaciones significativas para la estabilidad regional y la seguridad de las rutas marítimas globales.
Los hutíes, conocidos formalmente como Ansarallah, han emergido como un actor clave en el conflicto de Yemen, evolucionando de un movimiento insurgente a una fuerza política y militar bien organizada, con el apoyo explícito de Irán. Esto los ha colocado en la línea de frente del llamado ‘eje de resistencia’ contra Israel, Arabia Saudí y sus aliados occidentales. Con un arsenal que incluye misiles balísticos y drones de largo alcance, los hutíes han intensificado sus operaciones marítimas, utilizando el Mar Rojo como un teatro estratégico para sus ataques.
El conflicto en Yemen, exacerbado por la intervención militar de una coalición liderada por Arabia Saudí, ha derivado en una de las peores crisis humanitarias del mundo. La guerra ha dejado un saldo devastador de más de 150.000 muertes y ha sumido a 20 millones de personas en una situación de hambre y desnutrición, según cifras de la ONU.
La comunidad internacional observa con preocupación el curso de estos acontecimientos, temiendo que la escalada de violencia pueda derivar en un conflicto más amplio en Oriente Medio. La reciente ofensiva de Israel contra objetivos en Líbano y Yemen marca un capítulo peligroso y volátil en la larga historia de conflictos en la región, con consecuencias aún impredecibles en el panorama geopolítico global.