Donald Trump ha intensificado su búsqueda del Premio Nobel de la Paz, afirmando haber «resuelto» siete conflictos durante su mandato y presentándose como el gran pacificador del mundo. Durante la reciente Asamblea General de Naciones Unidas, presumió de sus logros y criticó a Europa, a Palestina y al cambio climático, dejando claro que su obsesión por el galardón parece más un esfuerzo por consolidar su legado que un auténtico compromiso por la paz global. Su círculo cercano ha trabajado para que su nombre suene entre los líderes europeos y ha recibido apoyo incluso de familias de rehenes israelíes, pero sus afirmaciones sobre la paz son discutibles y cuestionadas por expertos.
El comité noruego encargado de otorgar el Nobel, compuesto por cinco miembros de diversas trayectorias ideológicas, tendrá la última palabra sobre la candidatura de Trump. Sin embargo, su estilo directo y sus decisiones controvertidas podrían jugar en su contra, ya que el galardón suele valorar la cooperación y el diálogo. Aunque Trump se autoerige como un “pacificador pragmático”, muchos de sus acuerdos son frágiles y podrían ser interpretados más como pausas en conflictos latentes que como resoluciones definitivas.
Mientras tanto, otras candidaturas con fuerte carga simbólica emergen en la carrera por el Nobel, sugiriendo un panorama competitivo. Aunque algunos analistas creen que podría haber un «premio anti-Trump», el contexto de su gobierno —incluyendo tensiones climáticas y un historial de presión— podría dificultar su sueño de alcanzar el prestigioso galardón. En este cruce de caminos, la decisión del comité se percibe como un potencial mensaje sobre el futuro del liderazgo en asuntos internacionales.
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