Quizás una de las frases que mejor definen la presidencia de Jimmy Carter, que falleció este domingo a los 100 años de edad en su casa de Plains (Georgia), proviene del periodista George Packer: «Carter prometió decirle la verdad al pueblo estadounidense». Es un comentario que encapsula el espíritu de una administración que, a pesar de las dificultades, se empeñó en preservar la honestidad y la transparencia. La gestión de Carter, que transcurrió entre 1977 y 1981, se vio marcada por desafíos incluyendo una crisis energética y la inflación, pero también estuvo llena de intenciones genuinas de cambiar el rumbo de la política estadounidense.
La recomendación de Carter, en medio de la crisis del petróleo, de que los estadounidenses debían ajustar sus termostatos para ahorrar energía, simbolizó su enfoque poco convencional. A pesar de que su sugerencia no fue bien recibida por todos en ese momento, reflejaba su compromiso con soluciones pragmáticas ante problemas reales. La presidencia de Carter estuvo también marcada por momentos de luz, como los Acuerdos de Camp David, que jugaron un papel crucial en la pacificación de tensiones en Medio Oriente, o su esfuerzo en la desregulación económica, una acción a menudo olvidada pero significativa.
No obstante, quizás la contribución más duradera de Carter al mundo no proviene de su tiempo en el cargo, sino de su trabajo después de la presidencia. La creación del Centro Carter, bajo su liderazgo, ha logrado avances notables en la lucha contra enfermedades incurables, la promoción de democracias saludables y el apoyo de los derechos humanos alrededor del globo. Por estas razones, Carter fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2002, un reconocimiento merecido a su incansable labor humanitaria.
Jimmy Carter, un ingeniero, granjero de cacahuetes y veterano de la Marina, traía consigo una improbable combinación de experiencias al entrar en la política. Su largo matrimonio con Rosalynn, quien falleció a finales de 2023 después de 77 años de casados, y su capacidad para superar un diagnóstico de cáncer complicado en 2015, hablan de su resiliencia personal y compromiso con la vida, hasta su último aliento a los 100 años.
Sus acciones y liderazgo post-presidencia encapsulan el impacto que un individuo puede tener, más allá de su carrera política. Donald Trump, en una publicación en Truth Social, reconoció la importancia de Carter, afirmando que el expresidente tuvo un papel significativo en un momento crucial para Estados Unidos, contribuyendo enormemente al bienestar del país.
En retrospectiva, la figura de Jimmy Carter adquiere nuevas dimensiones: de presidente cuestionado a estadista global respetado. Su legado, una combinación de éxitos y desafíos, demuestra la complejidad de liderar y el amplio espectro de oportunidades para servir a la humanidad una vez que se deja el máximo cargo en la nación. Así se recordará a James Earl Carter: un líder imperfecto en tiempos turbulentos, pero un humanitario extraordinario en las décadas que siguieron.