Minsu Kim se destaca en el Andorra de Ibai Gómez
En el fútbol, como en la vida, hay historias que parecen escritas con prisa, pero que en realidad maduran en silencio. El caso de Minsu Kim es uno de esos relatos donde la cesión deja de ser una simple transición para convertirse en un escaparate. En el Andorra de Ibai Gómez, el delantero surcoreano ha encontrado algo más que minutos; ha hallado un escenario donde su talento se multiplica. Sus goles, aún pocos en número, tienen la virtud de lo inesperado, como un relámpago en medio de una tarde gris.
No es casual que en Montilivi ya empiecen a sonar campanas de regreso anticipado. El Girona lo cedió hasta junio, convencido de que el aprendizaje en Andorra sería un paso intermedio. Sin embargo, sus actuaciones, la última frente al Córdoba, con un tanto que resumió su desparpajo, aceleran la agenda del club catalán. Lo que se pensaba como un ensayo amenaza con transformarse en estreno oficial mucho antes de lo previsto.
La influencia de Piqué y las historias de los cedidos
La llegada de Minsu al Andorra no se explica sin Gerard Piqué. El exdefensa, que de visionario empresarial sabe un rato, lo pidió expresamente, como quien apuesta por un diamante aún cubierto de tierra. Y el coreano, con ficha del filial pero ímpetu de veterano, le está devolviendo esa fe con acciones que cambian partidos. Su fútbol no es de relleno, es de bisturí, incisivo, vertical, con esa capacidad tan rara de alterar el rumbo en apenas un par de zancadas.
El eco de su trayectoria recuerda inevitablemente a casos como el de Panichelli en el Mirandés. Aquellos cedidos que, bajo la etiqueta de temporales, acaban convirtiéndose en símbolos de una campaña. Ibai Gómez lo sabe, y por eso sus elogios tras el encuentro contra Córdoba sonaban más a constatación que a cortesía. Minsu ya no es solo una promesa en rodaje; es un jugador al que hay que marcar de cerca, tanto dentro como fuera del campo.
Un futuro prometedor ante la consolidación
Los números de Minsu, con dos goles y dos asistencias en este arranque, son apenas la superficie de un impacto más profundo. Porque lo suyo no se mide únicamente en estadísticas, sino en cómo modifica la geometría del juego, arrastra defensores, abre espacios, y obliga a los rivales a cometer errores por exceso de vigilancia. Su estilo mezcla potencia y delicadeza, como un martillo que, sorprendentemente, sabe pintar acuarelas.
De seguir esta progresión, el desenlace parece escrito. El Girona no tardará en reclamarlo, y Montilivi tendrá que decidir si lo integra en su proyecto inmediato o si prolonga su incubación. Lo paradójico es que cuanto más brilla en Andorra, más breve parece ser su paso por allí. Una ironía futbolística, el éxito que todos celebran es, al mismo tiempo, la señal de una despedida inminente.
