El 1 de septiembre, Reino Unido, Francia y Alemania activaron el mecanismo de «snapback», lo que reinstaurará automáticamente sanciones de la ONU contra Irán en 30 días, a menos que se alcance un acuerdo. Esta medida busca presionar a Teherán en medio de una creciente tensión, inspecciones limitadas y avances preocupantes en su programa nuclear. Sin embargo, Irán desestimó una propuesta europea que condicionaba la suspensión de sanciones a un acceso completo de inspectores del OIEA y la reducción de su inventario de uranio, reclamando sus derechos soberanos al enriquecimiento.
Las reacciones han sido intensas, con Moscú y Pekín respaldando a Irán en el Consejo de Seguridad y cuestionando la legitimidad de las acciones europeas, argumentando que el «snapback» perdió validez tras la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018. Documentos filtrados del OIEA revelan que el programa nuclear iraní avanza más rápido de lo esperado, acumulando grandes cantidades de uranio enriquecido. La comunidad internacional teme que esto pueda llevar a un escenario de escalada militar, sobre todo con actores externos como Israel presionando para una acción más contundente.
Las opciones abiertas hacia finales de septiembre son inciertas. La posibilidad de un pacto técnico limitado es baja, dado que las demandas sobre el programa de misiles y la desconfianza de Irán hacia Europa complican las negociaciones. En contraste, la reactivación automática de sanciones podría llevar a una retórica más agresiva por parte de Teherán, aumentando la presión sobre la región. La dinámica interna de Irán también añade complejidad al panorama, con el nuevo gobierno reformista luchando contra el establecimiento conservador que se opone a cualquier concesión.
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