Cada vez más personas invierten en criptomonedas con la esperanza de obtener mejores rendimientos de sus ahorros. Lo que mucha gente no sabe es que esta inversión debe ser gravada al hacer una cuenta de pérdidas y ganancias. El problema que nos podemos encontrar es que todo este proceso puede convertirse en un infierno si las cosas no quedan claras, tal y como hemos podido leer en Portal Financiero.
El concepto central del mundo de las criptomonedas y la finanza descentralizada es no tener necesidad de intermediarios, porque el banco somos cada uno de nosotros.
Es nuestra responsabilidad informar a Hacienda de cada uno de los movimientos tributables. Y la institución deja al contribuyente la responsabilidad de llenar las nuevas casillas correspondientes de la declaración de la renta con los resultados de cálculos dignos del big data.
El acto de pagar costos sociales por el bienestar individual y colectivo debe ser natural y fácil de implementar. Como herramienta democrática en el mundo de las criptomonedas, la fiscalidad también debería encajar en este perfil. Sin embargo, el hecho de que los pagos se realicen debido a reglas que no conocen la situación real se convierte en una verdadera pesadilla e impone una forma de cálculo que requiere una combinación de Excel, software, capturas de pantalla y cálculos complejos, lo que complica inesperadamente el cumplimiento.
Además, asistimos a una situación nueva donde los contribuidores saben más que la institución fiscal. Esta última tiene dificultad para metabolizar la evolución permanente de un sector en continua expansión. Esto es evidente por ejemplo en la adopción del método FiFo para el pago de tributos ligados a la compraventa de criptomonedas. Un sistema que poco se adapta a la realidad de los inversores crypto.