Cada emergencia es diferente y única. No hay, por tanto, una receta mágica para responder a todas las crisis. Pero de la experiencia de resolver problemas similares, aunque en contextos distintos, se extraen lecciones valiosas para mejorar. Estas son algunas de las que Acción contra el Hambre ha aprendido sobre el terreno.
1. No existen fórmulas mágicas
Aunque en el imaginario colectivo una respuesta de emergencia consista en sacar gente de los escombros y lanzar sacos de arroz, lo cierto es que la ayuda humanitaria ha progresado muchísimo en los últimos años. Cada vez se ofrecen respuestas lo más ajustadas posibles a las necesidades y características de cada contexto. La evaluación rápida de necesidades, una herramienta cada vez más consolidada, es crucial para asegurar el impacto positivo de la intervención.
2. Somos muchos queriendo ayudar
Cada vez más. El despliegue de actores en una emergencia es enorme: organizaciones humanitarias, Naciones Unidas, Gobiernos centrales y municipales, sector privado… La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) tiene el mandato de coordinar toda esta ayuda. La creación de los grupos temáticos especializados (agua, refugio, nutrición, logística, etcétera) son muy necesarios para determinar quién hace qué, dónde y cuándo, evitando duplicidades y que queden personas sin ayuda.
3. Hay una capacidad de respuesta ya instalada
Coordinar con las autoridades locales y tener en cuenta la capacidad de respuesta de la población, sus mecanismos de solidaridad y sus redes de apoyo es crucial para garantizar un impacto positivo. La respuesta tiene también que ser culturalmente adaptada y tener en cuenta las diferencias de género.
4. Las grandes emergencias no siempre son las más visibles
Aunque los medios de comunicación y la ciudadanía se vuelcan en los grandes desastres naturales, hay crisis de generación más lenta en los que se alcanzan los mismos niveles de sufrimiento humano. A menudo, la respuesta a los desastres naturales o las crisis más mediáticas están sobrefinanciados, relegando otras situaciones de igual gravedad. El reto creciente de la comunidad humanitaria es dar visibilidad también a estas crisis y ponerlas en la agenda internacional.
5. Las emergencias duran cada vez más
La proliferación de conflictos y el enquistamiento de muchos de ellos ha prolongado los tiempos de duración de las situaciones de emergencia. Las personas desplazadas pasan de media más de 17 años en campos o con poblaciones de acogida, una cifra que se ha triplicado respecto a hace 20 años. Las organizaciones humanitarias tenemos que adaptar nuestra respuesta a esta nueva realidad.
6. … en lugares cada vez más inseguros
Las organizaciones humanitarias tenemos que dedicar cada vez más tiempo y recursos a garantizar la seguridad de nuestros trabajadores. En 2016 se documentaron ataques a 268 trabajadores humanitarios en 21 países. El número de secuestros se ha triplicado en los últimos 20 años y el de asesinatos se ha duplicado.
7. La resiliencia, clave para reducir las intervenciones de emergencias
En los últimos años la gestión del riesgo ante desastres ha dado pasos de gigante en el sector humanitario, consciente de que se ahorraban muchas vidas (y dinero) instalando sistemas de prevención y preparación como los de alerta temprana. La construcción de resiliencia se está revelando como la intervención más sólida para prevenir crisis, y tendiendo puentes entre el desarrollo y la ayuda de emergencia.
8. Nuevas tecnologías, aliadas de oro
El mundo humanitario debe seguir el paso de la evolución tecnológica para aumentar la eficacia de la respuesta. La logística humanitaria ha incorporado, por ejemplo, el uso de drones en la evaluación rápida de daños o la gestión electrónica del diagnóstico nutricional o de las transferencias monetarias en crisis alimentarias, con resultados impresionantes.
9. Medir, evaluar, aprender
Todas las intervenciones deben ser medidas y evaluadas con indicadores Smart (específicos, medibles, alcanzables, realistas y acotados en el tiempo), no solo de actividad, sino de impacto. La comunidad humanitaria estableció en 1997 unas normas mínimas (proyecto Esfera) para que los criterios de intervención en emergencia fuesen homogéneos.
10. Movilizar para actuar
Los medios de comunicación y las redes sociales son aliados indiscutibles para movilizar la ayuda. La información durante las primeras horas tras un desastre es fundamental para lograr financiación. El reto es extender esta vocación también a las emergencias invisibles y transformar el impulso repentino de ayudar en una decisión comprometida y sostenida en el tiempo.
Por VICTOR MANUEL VELASCO CORROCHANO (ACH)
Fuente: https://elpais.com