Carlos Herrera, una de las voces más reconocibles de la radio española, se ha sentado recientemente en el programa En primicia, donde ha compartido recuerdos entrañables de sus inicios en el medio. En medio de un ambiente de camaradería y nostalgia, el locutor de la Cadena Cope ha hablado de su admiración por Luis del Olmo, a quien considera su «maestro». Este título no solo proviene de la relación de mentoría, sino también del profundo respeto que siente por el legado que su colega ha dejado en el mundo de la radiodifusión.
Recuerda cómo, siendo un joven embobado por esa «caja mágica» que es la radio, comenzó a escuchar a todas horas, maravillado por las historias y la música que surgían de su transistor. La inquietud lo llevó a investigar cómo funcionaba todo y, finalmente, a vivir en primera persona la experiencia de trabajar junto a su ídolo en el programa Protagonistas. Un giro del destino hizo que, un día, ante una ausencia inesperada de Del Olmo, Herrera ocupara su puesto. Aunque en ese momento no era evidente que su carrera alcanzaría las alturas que disfruta hoy, ese fue el comienzo de un trayecto que lo llevaría a convertirse en una cara familiar para millones de oyentes.
Un fragmento de esa época revivido hace poco le dejó sorprendido. Escuchó por primera vez sus antiguos saludos: «¡Señoras, señores, me alegro. ¡Buenos días!» en la misma voz con la que empezó su andadura. Esa grabación lo hizo reflexionar sobre cuán lejos ha llegado y cómo ha crecido a lo largo de los años.
Julia Otero, su amiga y competidora en el medio, ha destacado la suerte que tuvo el público al escucharle. Al comparar su inicio al de un corista que sustituye a una diva en un escenario, reafirma que, a pesar de las circunstancias, hay ocasiones que marcan un camino único hacia el éxito. Herrera, quien completó estudios de Medicina solo para satisfacer a su familia, siempre supo que su destino estaba en la radio.
Amigos y colegas han comentado sobre su capacidad para detectar el interés del público, lo que le ha permitido construir su «gran espectáculo» diario. Su esfuerzo y dedicación son evidentes en cada emisión, y su honestidad al recordar su ascenso es un recordatorio poderoso de que a veces el éxito surge de la oportunidad disfrazada. La nostalgia y la admiración se entrelazan en sus palabras, brindando a todos una mirada hacia una vida dedicada al arte de la comunicación y el relato que aún despierta cada mañana a un país entero.
















