La Yakuza Se Adentra en el Mundo del Coleccionismo: Cartas de Pokémon, el Nuevo Botín del Crimen Organizado Japonés

La transformación de la yakuza, desde su apogeo en las décadas de 1970 y 1980 hasta su actual declive, refleja un cambio profundo tanto en la estructura del crimen organizado en Japón como en las tácticas de las autoridades para combatirlo. Lo que en su momento fue una poderosa federación de grupos criminales, capaz de influir en diversos sectores de la economía japonesa, hoy se ve obligada a operar en las sombras, con sus miembros recurriendo a pequeños hurtos para subsistir. El arresto de Keita Saito, ejecutivo de la pandilla Takinogawa, por el robo de cartas de Pokémon es un claro indicativo de cómo han cambiado los tiempos para estas organizaciones.

Sin embargo, este vacío ha sido rápidamente llenado por el emergente fenómeno del «tokuryū», delincuentes a tiempo parcial que operan de manera anónima y sin estructuras jerárquicas, lo que les permite evadir fácilmente a la ley. Este modelo, comparable a un «Uber del crimen», permite a sus participantes cometer una amplia gama de delitos sin las restricciones tradicionales que enfrentaban los miembros de la yakuza.

La extensión de las actividades del tokuryū es notable, llegando incluso a operar fuera de Japón, lo que demuestra su capacidad adaptativa y su perturbadora eficiencia. Las respuestas de las autoridades, incluyendo la formación de una unidad especial de investigación, muestran una preocupación creciente por esta nueva forma de crimen organizado, que representa retos únicos debido a su naturaleza fluida y descentralizada.

El contexto actual también refleja cómo la sociedad japonesa y sus leyes han evolucionado en respuesta a la yakuza. Las estrictas regulaciones que prohíben a la gente hacer negocios con ellos, junto con las dificultades impuestas para operar en la vida cotidiana, han llevado a un decremento notable en su membresía. La yakuza, que una vez se consideró una parte inevitable e incluso necesaria de la economía japonesa, ahora es vista como un remanente del pasado, enfrentándose a la irrelevancia mientras una nueva generación de criminales toma la iniciativa.

La situación del tokuryū, con su atractivo para los jóvenes y su flexibilidad operativa, plantea un desafío completamente nuevo para Japón. A diferencia de la yakuza, que mantenía una cierta relación con las comunidades locales a través de servicios de «protección» y otras actividades, el tokuryū opera con un enfoque totalmente mercenario y anónimo, lo que dificulta enormemente su detección y prevención.

En conclusión, la transformación del crimen organizado en Japón desde la era dorada de la yakuza hasta la aparición del tokuryū señala un cambio significativo en la naturaleza del crimen y en las estrategias para combatirlo. La respuesta de la policía japonesa a este nuevo desafío no solo será crucial para la seguridad dentro del país, sino que también podría ofrecer lecciones valiosas para otras naciones que luchan contra formas de crimen organizado ágiles y tecnológicamente adeptas. La batalla contra el crimen organizado en Japón, por lo tanto, está lejos de terminar; simplemente ha evolucionado hacia un nuevo campo de batalla.

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