La Verdadera Primera Revolución de Starmer en el Reino Unido: Transformando el Sistema de Salud Británico

Mudarse a Downing Street prometiendo un “gran cambio” tras el hartazgo de catorce años con los tories en el poder es una cosa. Y otra muy distinta es ejecutarlo. A Keir Starmer le ha costado. Ocho meses en concreto han pasado desde el triunfo electoral del laborista. Pero finalmente ha puesto en marcha su plan para reestructurar el estado anunciando, por sorpresa, la abolición del NHS England, el organismo que gestiona la sanidad pública en Inglaterra.

La medida forma parte de un paquete más amplio sobre el aumento del uso de la tecnología digital y la revisión del rendimiento en la función pública, respaldado por el mantra de que los funcionarios no deberían dedicar tiempo a tareas que la inteligencia artificial puede realizar mejor y con mayor rapidez.

El sonido a la motosierra parece escucharse de fondo en los pasillos de Whitehall, donde están los ministerios. Pero Starmer, una y otra vez, se ha alejado de la retórica despectiva de Donald Trump y Elon Musk, declarando en su lugar que cree “en el poder del gobierno… en un estado activo”.

Con todo, ha confirmado que alrededor del 50% de los puestos de trabajo en NHS England — que en diciembre tenía 14.400 empleados — y el ministerio de Salud — 3.500 empleados — desaparecerán. La oposición no ha rechistado. Existe un consenso interno de que la función pública se ha vuelto demasiado grande y difícil de gestionar tras la expansión durante el Brexit y la pandemia de la Covid. El nuevo ejecutivo ha abandonado el objetivo de los conservadores de deshacerse de 66.000 funcionarios, aunque se espera que se eliminen más de 10.000 puestos de trabajo.

Starmer vincula la necesidad de reformar el gobierno con la inestabilidad global, que ha incrementado las facturas a nivel nacional, afirmando que el Estado necesita operar a su máxima capacidad.

El ahorro de costes y reducción de la burocracia en NHS — sistema de salud público, que atraviesa la peor crisis de su historia — pretende devolver ahora el control a los ministros en beneficio para los pacientes, pero esto requerirá una disciplina política poco común en la práctica.

Muchos antes que Starmer han intentado afrontar las complejidades de la mayor organización no gubernamental del mundo. En su conjunto, el NHS England emplea a cerca de 1,5 millones de personas, principalmente a través de 220 fideicomisos de salud. Pero el primer ministro está decidido a dar el paso definitivo.

El desmesurado sector público británico está creciendo sin control. Por lo que incluso el Partido Laborista, tradicionalmente defensor del ‘Estado grande’, parece reconocer el problema. Contando todos los ministerios, el número de funcionarios públicos ha aumentado un 21 % en los últimos cinco años, pasando de 445. 940 a 541. 425 en septiembre del año pasado.

Durante el mismo período, la masa salarial de los funcionarios públicos aumentó una cuarta parte. El salario medio de todos los empleados de la Administración Pública ha aumentado un 25 %, pasando de 27. 080 libras en 2019 a 33. 980 libras esterlinas en 2024. Sin embargo, el aumento de los salarios y el aumento de personal en el sector público no se han traducido en un aumento de la productividad.

“No entiendo por qué decisiones sobre 200.000 millones de libras de los contribuyentes, en algo tan fundamental para nuestra seguridad como la sanidad, deben ser tomadas por un organismo independiente”, declaró el primer ministro el pasado jueves al presentar su plan. “Y, sinceramente, no puedo explicarles a los británicos por qué deberían gastar su dinero en dos niveles de burocracia, cuando ese dinero podría y debería gastarse en enfermeras, médicos, operaciones y consultas con médicos de cabecera”, apuntó.

El NHS England es uno de los más de 300 ‘quangos’ que existen en Reino Unido, donde algunas competencias, como la sanidad, están derivadas a las naciones que componen el país. Se tratan de organismos similares a los reguladores y grupos asesores y aunque son financiados por los contribuyentes, no son controlados directamente por el gobierno central.

El NHS England en particular, fue un experimento creado en 2010 durante el gobierno de coalición entre conservadores y liberaldemócratas. Para que los políticos no interfirieran demasiado en la gestión de los servicios de sanidad de primera línea, se implementó un equipo de gerentes y funcionarios — es decir, no los médicos y enfermeros que atienden en los hospitales — para intentar mejorar en el servicio público. “Microgestión política”, llegó a denominarlo el entonces ministro de Sanidad, Andrew Lansley. Pero ha acabado siendo un dolor de cabeza burocrático con numerosos equipos de funcionarios que hacen práctica o exactamente lo mismo que sus colegas en el ministerio.

«¿Es buena idea que la primera línea de la sanidad acabe con dos equipos de comunicación, dos equipos de estrategia y dos equipos de políticas, donde todos hacen básicamente lo mismo? Sí, lo es», defendió Starmer.

La abolición del NHS England podría ser beneficiosa para el gobierno. El problema es saber ejecutarlo adecuadamente. Y, por el momento, parece que el plan no está del todo bien meditado.

Hace apenas seis semanas, el ministro de Sanidad, Wes Streeting, aseguraba que quería una colaboración mucho más estrecha entre los funcionarios de su departamento y el NHS England, aunque no tenía intención de abolirlo. “Llevaría muchísimo tiempo de tramitación en Westminster y un dineral de los contribuyentes cambiar algunos puestos de trabajo, cargos, reincorporar al personal al departamento y cambiar algunas direcciones de correo electrónico, sin que esto supusiera ninguna diferencia para los pacientes”, manifestó. Pues bien, el inquilino de Downing Street ha anunciado que va a hacer precisamente eso, con todos los riesgos que Streeting describió. Supone, por tanto, un gran cambio para la historia reciente del país.

Reorganización de la estructura del NHS

Nicholas Timmins, analista del Think Tank Institute for Government, señala que eliminar NHS England “implica mucho más que simplemente integrarlo en el ministerio de Sanidad”. “Requiere una nueva definición de las relaciones de los ministros con el departamento. Es casi inconcebible que intenten gestionar el NHS día a día, por lo que habrá que diseñar algún tipo de función operativa, tal vez siguiendo los pasos del anterior modelo”, matiza.

El NHS England cuenta con siete oficinas regionales que actúan, entre otras cosas, como gestores de rendimiento. ¿Se convertirán en funcionarios? O, más probablemente, ¿seguirán formando parte del NHS como una especie de autoridad regional? “En ese caso, la legislación deberá definir sus funciones”, apunta el experto.

Por otra parte, apunta que el NHS England realiza actualmente diversas tareas — como la informática, la contratación de especialistas, el intercambio de buenas prácticas, la negociación de precios de nuevos medicamentos y muchas otras — que tendrán que ir a algún lado, y ese lugar no necesariamente será un Ministerio.

“En otras palabras, por accidente o por diseño, nueve meses después de su mandato, el gobierno se embarca en una importante reorganización de la superestructura del NHS que no está completamente meditada y que no tenía previsto llevar a cabo en primer lugar. Una reorganización que, según afirma, tardará dos años en completarse, y todo ello al mismo tiempo que busca desesperadamente mejorar el rendimiento con la esperanza de que esto no lo distraiga”, concluye.

La líder de la oposición conservadora, Kemi Badenoch, celebró la medida de devolver la gestión del servicio de salud al control ministerial, pero advirtió que el Partido Laborista «no puede esconderse si las cosas salen mal», argumentando que ya gestionan la sanidad de Gales y “está en una situación mucho peor que la del resto del país».

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