La Unión Europea y su Estrategia para Navegar en el Mundo bajo la Era Trump

Si hay una palabra que define a la Unión Europea en este momento de enormes cambios con efectos tectónicos esa es «soledad». Con la inminencia de Donald Trump regresando a la Casa Blanca, la intensificación de la ofensiva rusa en Ucrania, una China cada vez más asertiva, y un conglomerado de naciones «pesos medianos» que navegan por un mar de intereses fluctuantes donde la Unión Europea parece perder su brújula, Europa se siente más aislada que nunca. Este aislamiento no solo es palpable; es un tema recurrente entre analistas, diplomáticos y líderes políticos.

El libre comercio, la supresión de barreras comerciales y la creación de interdependencias, que una vez se vieron como el camino hacia una cooperación global más estrecha, han sido abandonados en un escenario dominado por la rivalidad tecnológica entre China y Estados Unidos. La idea de una unidad transatlántica, al menos en cuestiones de seguridad, parece haberse desvanecido, revelando una clara divergencia de intereses estratégicos entre EE.UU. y Europa.

Este distanciamiento se ve exacerbado por amenazas como la sugerida por Trump respecto a Groenlandia, revelando un desinterés por mantener ni siquiera la apariencia de respeto al derecho internacional y al sistema multilateral. Pareciera que la era Biden solo fue un breve respiro en este creciente desapego.

Nicoletta Pirozzi del Istituto Affari Internazionali describe la situación como sin precedentes, con una Europa en una posición donde ya no puede dar por sentada la cooperación con sus aliados, enfrentándose a adversarios cada vez más asertivos. La pregunta que surge es si Europa puede permitirse permanecer en este limbo de soledad y vulnerabilidad estratégica.

A pesar de su aislamiento, Europa no está completamente abandonada. Estados Unidos sigue siendo un garante de seguridad vital para la Unión, y no existe una alternativa clara. Sin embargo, con un EE.UU. más inclinado al aislacionismo y rivales asertivos, Europa necesita adaptarse, tomando decisiones difíciles y posiblemente aceptando compromisos con Washington para garantizar su seguridad.

El aumento del gasto en defensa y la financiación de la producción de armamentos en Europa son indicativos de un cambio en la mentalidad y estrategia europeas. Pero este cambio también debe acompañarse de un esfuerzo por mantener a Washington comprometido con el Viejo Continente.

La invasión rusa en Ucrania ha exacerbado las divisiones dentro de Europa, basadas en diferencias de percepción y memoria colectiva. La pacificación mental que Europa logró después de la Segunda Guerra Mundial, ahora se convierte en una vulnerabilidad para su seguridad. En el ámbito económico, Europa también debe prepararse para defender sus intereses frente a posibles aranceles y políticas proteccionistas de EE.UU., especialmente bajo una administración Trump.

En búsqueda de nuevos socios, Europa podría encontrar aliados inesperados como Ucrania, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur o Japón, quienes también se sienten incómodos con el regreso de Trump y el desmoronamiento del antiguo orden multilateral.

Europa enfrenta un nuevo capítulo, uno en el que las decisiones no serán sencillas, especialmente para una Unión que ha proyectado siempre un optimismo hacia el futuro, pero que ahora debe enfrentarse a la realidad de su «nueva soledad» en un mundo en constante cambio.

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