A medida que se acerca el Consejo Europeo de diciembre, la tensión se eleva entre los Estados miembros de la Unión Europea, quienes se debaten sobre la forma de garantizar la sostenibilidad financiera de Ucrania durante los próximos dos años. La propuesta más atractiva para algunos es utilizar los activos congelados en Rusia, controlados por la empresa Euroclear, para proporcionar un crédito a Kiev. Sin embargo, la firme oposición de Bélgica, que considera la idea legalmente frágil, suma un obstáculo significativo en las negociaciones.
El ambiente en Bruselas se siente cargado de expectativas, con la certeza de que esta cumbre no será como las anteriores. La dinámica suele ser una batalla agotadora de convenciones diplomáticas, buscando una «solución subóptima» que, aunque no satisfaga por completo a nadie, facilite algún tipo de acuerdo. El primer ministro belga, Bart de Wever, se ha convertido en un protagonista crucial al mostrarse inflexible ante la presión, alimentando la incertidumbre sobre si los líderes europeos lograrán llegar a un consenso antes de la fecha límite impuesta por las exigencias financieras de Ucrania.
Con el tiempo corriendo en su contra y el riesgo de un fracaso que podría ser catastrófico, los líderes deben encontrar una salida que beneficie no solo a Ucrania, sino también a la cohesión del bloque europeo. La historia ha demostrado que, a pesar de las tensiones y las diferencias, las largas noches de negociaciones suelen terminar con algún tipo de acuerdo. Sin embargo, el margen de maniobra se estrecha, y la habilidad de De Wever para sostener su posición podría ser la clave que determine el éxito o el fracaso de esta crucial reunión.
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