Los ministros de Medioambiente de la Unión Europea se congregan este martes en Bruselas ante el desafío de establecer un acuerdo sobre la reducción de emisiones al 2040. A medida que el clima político se vuelve más turbulento, los Estados miembros se enfrentan a una creciente oposición interna respecto a la agenda climática. En este contexto complicado, donde se están formando gobiernos ultraconservadores en varias naciones, se busca un consenso que permanezca fiel a un robusto objetivo de reducción del 90% en comparación con los niveles de 1990, aunque los países más progresistas, como España y las naciones nórdicas, están dispuestos a hacer ciertas concesiones.
La presión es palpable, ya que la presidencia danesa del Consejo de la UE ha rechazado cualquier plan alternativo y ha enfatizado la necesidad de lograr un resultado, aún si es imperfecto. Aunque se han propuesto mecanismos de flexibilidad, como la compra de créditos internacionales, algunos Estados temen que esto envíe una señal negativa a los inversores. Teresa Ribera, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, ha advertido que reducir los objetivos podría resultar en enormes costos económicos y humanos, pero también reconoce que un fracaso en alcanzar un acuerdo sería aún más perjudicial.
En medio de estas tensiones, los ministros tienen como meta clave llegar a un texto que permita a sus líderes presentarse a la conferencia del clima de la ONU en Brasil con un compromiso claro. Sin embargo, el desafío radica en construir una mayoría sólida sin alienar a los Estados más ambiciosos, lo que hace que cada concesión sea un acto de equilibrio crítico que determinará el futuro de la política climática en la región.
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