La guerra por la audiencia entre dos titanes de la televisión española, Pablo Motos y David Broncano, ha cobrado un nuevo nivel de intensidad. La reciente migración del programa de David Broncano, anteriormente conocido como «La resistencia» en Movistar Plus+, a La 1 de TVE renombrado como «La revuelta», marcó el comienzo de esta batalla televisiva directa contra «El Hormiguero», el consolidado show de entretenimiento de Pablo Motos en Antena 3.
Sin embargo, más allá de los números de audiencia y las clásicas comparaciones de contenido, «El Hormiguero» de 7yAcción ha decidido elevar la apuesta con un reto que ha generado una mezcla de fascinación, controversia y crítica por parte del público. En una audaz movida, el recién llegado al programa, el youtuber Plex, fue enterrado en directo bajo tierra durante 48 horas, un desafío tanto para el equipo del programa como para el propio Plex, buscando impresionar y retener a la audiencia con este claustrofóbico espectáculo.
El acontecimiento, transmitido en directo en Antena 3, continúa despertando reacciones encontradas entre los espectadores, cuyas opiniones se han vertido en Twitter con vehemencia. Las críticas van desde el cuestionamiento de los valores socioculturales que promueve el entretenimiento televisivo actual hasta el mero desconcierto por la extremidad del reto propuesto. Comentarios en la popular red social ejemplifican la amplia gama de reacciones, desde la indignación por el supuesto desperdicio de recursos en un «espectáculo más que innecesario» hasta quienes lo ven como una desesperada lucha por la audiencia frente al competidor de TVE.
Esta noche, «El Hormiguero» pretende desvelar cómo han sido las primeras 24 horas de Plex bajo tierra, manteniendo en vilo a la audiencia y probablemente propulsando aún más la discusión sobre los límites del entretenimiento televisivo y el gusto del público.
Mientras tanto, «La revuelta» de Broncano se posiciona como una alternativa distinta, prometiendo una competencia que podría redefinir el panorama del entretenimiento nocturno en la televisión española. La batalla entre ambos programas no se limita solo a las cifras de audiencia, sino que se extiende al debate sobre la calidad, originalidad y moraleja de los contenidos que se ofrecen al público en horario de máxima audiencia.
En este pulso televisivo, queda claro que tanto el público como los productores están dispuestos a explorar y, en ocasiones, traspasar los límites de lo convencional para captar la atención de la audiencia. La pregunta que queda en el aire es hasta dónde están dispuestos a llegar y qué precio están dispuestos a pagar por el triunfo en esta guerra por la audiencia.