Los encuentros disputados por la selección no solo fueron una muestra de la habilidad y la técnica que caracteriza al equipo, sino también del corazón y el esfuerzo puestos en cada juego. A pesar de los obstáculos, las españolas demostraron su valía, jugando con pasión y demostrando que, incluso ante la adversidad, podían sobreponerse y aspirar a más. Las jugadoras, conscientes de lo que estaba en juego, dieron lo mejor de sí mismas, convirtiendo cada partido en un emocionante espectáculo de talento y garra.
Mientras tanto, la afición seguía cada movimiento con atención, apoyando incondicionalmente a su equipo y esperando con ansias buenos resultados. La lucha por el quinto puesto se convirtió en una cuestión de orgullo nacional, un objetivo compartido no solo por las jugadoras en la arena, sino por toda una nación que vibraba al ritmo del balonmano playa. En este contexto, España se preparaba para su siguiente confrontación, con la esperanza de superar los obstáculos y culminar su participación en el Mundial con una victoria que celebrar junto a sus seguidores.