La salida de Pascu del Manchego no ha sido lo que él esperaba, dejándolo insatisfecho y con un profundo sentimiento de decepción. El ex capitán del equipo se siente dejado de lado por una parte de los inversores, quienes al parecer no querían contar con él para el futuro del club. Este hecho lo ha afectado emocionalmente, ya que durante su tiempo en el equipo se dedicó por completo a cumplir los objetivos y a mantener un alto nivel de juego, esperando una despedida más acorde a su entrega y pasión por el equipo.
Pascu señala que la comunicación de su salida podría haber sido manejada de una manera más profesional y empática. Expresa su descontento con la forma en que se gestionó el proceso, insinuando que merecía una comunicación más directa y personalizada teniendo en cuenta su posición y su contribución al equipo. Esta situación pone de relieve la necesidad de una mejor gestión de las relaciones humanas dentro del mundo del deporte, donde los resultados y las decisiones comerciales a menudo eclipsan el trato humano y el reconocimiento hacia los jugadores.
El vínculo de Pascu con el Manchego, fortalecido a lo largo de los años, culmina en una nota amarga, marcada por un final que no refleja los logros y el compromiso mostrado durante su carrera en el club. Este evento no solo marca un punto de inflexion en la trayectoria profesional de Pascu, sino que también resalta la complejidad y a veces la frialdad de las dinámicas detrás de los equipos deportivos. Una despedida que, en palabras de Pascu, le ha dejado «muy frío», simboliza los desafíos y las realidades muchas veces ocultas en el deporte profesional.