Cada domingo, a las 22.00h millones de espectadores se sientan frente a Antena 3 o su plataforma Atresplayer para dejarse atrapar por la gran expectación por Una nueva vida. Este fenómeno televisivo turco se ha convertido en la serie, el nuevo fenómeno global que ya hace las delicias de las audiencias de más de 120 países. Dirigida por Afra Saraçoğlu y Mert Ramazan Demir, la historia de Seyran y Ferit es el reflejo del poder de las tradiciones, el amor, la libertad, la fuerza de las decisiones individuales y todo lo que hace sentir al ser humano.
ENTRE LA TRADICIÓN Y LA REBELDÍA
La historia de Una nueva vida gira en torno a la relación que Seyran establece con Ferit, un joven al cual la vida entre las comunidades de las familias de los Korhan y los Şanlı han obligado a casarse sin que exista amor de por medio; como matrimonio concertado se convierte en una prisión sentimental. Lo que debería ser una relación amorosa, tal y como se suele entender en la actualidad, empezó siendo un contrato impuesto con las familias de la joven Seyran y Ferit Korhan. Este punto inicial de la historia nos da la clave del éxito de la serie.
Desde los primeros capítulos, se nos presenta a Seyran como una persona atrapada en un destino, pero que también es alguien que es capaz de resistir. Su evolución la ha llevado desde la etapa de la sumisión a esa etapa de la valentía que, a su vez, inspira a quienes cuentan su propia historia. Los gestos de rebeldía de Seyran parecen un triunfo de todo un grupo que alguna vez vivió en un silencio absoluto. En ese esfuerzo, Seyran no desafía solamente a su propia familia, sino que desafía a una estructura patriarcal que intenta decidir por ella en todos los aspectos de su historia.
Ferit, para ser precisos, es un personaje “enrevesado». Criado dentro de una atmósfera de nombre poderoso y de expectativas saturadas de imposibilidad, debe hacerse carga de su papel de heredero y de la culpa de un matrimonio impuesto que nunca eligió. La incapacidad para exteriorizar el amor sincero lo convierte en una persona contradictoria, capaz (por un lado) de la ternura más genuina y -por otro lado- de la queja más cruel.
Ese retrato lleno de matices evita caer en una caricatura y permite que se generen debates en los espectadores que, incluso, a menudo se encuentran a la hora de dividirse entre aquellos que lo consideran como víctima del sistema y en aquellos que lo ven como cómplice del sistema.
A medida que se avanza la trama, la tensión entre ambos se hace la dinámica de la serie.
UN PUNTO DE NO RETORNO

El capítulo 51 de Una nueva vida, que se emite este domingo 31 de agosto, marca una de las etapas más cruciales de su historia: en dicho episodio, Seyran deja atrás la etapa de silencio y pone de cara a las evidencias la verdad de su matrimonio por fuerza. La valentía de su confesión supone un antes y un después de la historia, pero también del punto de vista de los telespectadores del personaje. El hecho desencadenante tiene lugar cuando Kazım, su propio padre, se la lleva con la intención de usarla como un arma contra los Korhan.
Exige la necesidad de hablar en televisión pero no en la línea de la liberada sino como una venganza. La manipulación de Kazım ejemplifica hasta qué punto el patriarcado puede utilizar el dolor de una hija como un elemento de valor. No obstante, Seyran lejos de ser una víctima que cae bajo presión, contraataca y no se convertirá en un arma de guerra familiar.
Simultáneamente, Ferit pasa una crisis. Halis trata de reafirmarse como heredero lanzando en el mundo sus propios diseños, pero es incapaz de concentrarse. La fijación de Ferit por volver a encontrar a Seyran deja manifiesto que, más allá de los tirones de orejas, sigue siendo su punto emocional de referencia. Esta incapacidad para separar lo privado de lo familiar lo convierte en un personaje más vulnerable.
A su vez, Suna, la hermana de Seyran, sostiene una lucha particular. Se enfrenta a Nükhet —que dice que se alegra por las penurias de su hermana— y su matrimonio con Kaya queda claro que no se asemeja ni de lejos a la estabilidad que da a entender. Los conflictos paralelos de Suna y Seyran nos muestran que las opciones impuestas pesan más de lo que tememos y acaban destrozando lazos que deberían ser sagrados.
UN TERREMOTO SACUDE ‘UNA NUEVA VIDA’

El capítulo 52 de Una nueva vida, que da continuidad a este giro, ahonda en los efectos de la elección de Seyran. La joven, mediante cada una de las palabras que dice junto a las cámaras de televisión, no solo expone su historia, sino también la red de poder que la rodea. Lo que había comenzado como un drama familiar se transforma en un hecho político, un hecho cuyo simbolismo es notorio.
Seyran confiesa que había sido vendida por su propio padre y obligada a casarse con Ferit, hecho que hace tambalear los cimientos de las familias Korhan y Şanlı. El desconcierto de Kazım ante este hecho revela una suerte de plan de control que se ha convertido en incontrolable, por lo que aquello que había querido convertir en una humillación ajena se ha transformado, irónicamente, en su mayor derrota.
A la hora de hablar de la confesión, Ferit también se lleva un golpe por la incapacidad de protegerla y otro por la insuficiencia de su complicidad involuntaria con un sistema de injusticia.
La recriminación de Seyran tratándole de ser un igual a los Korhan es un claro reflejo de la herida que aún queda entre ambos, y a pesar de que son evidentes sus sentimientos, la desconfianza crea un abismo, porque lo importante no es sólo el impacto en ellos, sino el impacto en la gente que lo ve.
Las redes estallaron tras la emisión de esta nueva emisión de Una nueva vida con mensajes de apoyo a la perspectiva de Seyran y debates sobre la vigencia de los matrimonios concertados. La serie invita a ello, ha podido traspasar el mero entretenimiento y sirve como altavoz de situaciones incómodas. La cualidad de abrir conversación explica bien porqué ha llegado a ser un fenómeno global.